lunes, 8 de diciembre de 2014

Banderas De Nuestros Padres

El otro día, mi hijo el menor me preguntaba: “papá, ¿cuántos países hay en el mundo?” Pensé: “N.P.I.” que significa, traducido a lo políticamente correcto, “no poseo información”. Consulté mi vieja y desfasada enciclopedia y salían 160 banderas de otros tantos Estados, aunque el número ha crecido con la descolonización, la emancipación y la inflación. Pensé: si trato de documentarme y le digo, por ejemplo, 214, es posible que en ese momento ya sean 216, tras el reconocimiento de Biafra del Sur o cualquier otro país emergente, o vete a saber si Gría ya se ha separado de Hun… Y tampoco puedo esperar al desfile inaugural de los Juegos Olímpicos de 2016, porque al chaval ya se le habrán pasado el interés y la inocencia de considerar a los Estados y sus banderas como realidades sustantivas y permanentes.


En la canción “Citadel” de los Rolling Stones, la vigorosa voz de Mick Jagger canta: “Flags are flying, dollar bills / Round the heights of concrete hills / You can see the pinnacles” (las banderas son dólares flotando al viento, coronando las colinas de cemento, cuyas cimas puedes ver, o algo así) y no puedo estar más de acuerdo con su ocurrencia; si no te gusta dólares, pon euros o rublos.


La visión de las banderas de la vieja Enciclopedia Sopena, me ha traído a la memoria Estados que ya no existen: pueden verse, en estas láminas, las banderas de la Unión Soviética, Yugoslavia, la República Democrática de Alemania, Checoslovaquia, Birmania, Rhodesia o… la España preconstitucional.


A juzgar por la repercusión que ha tenido este año la celebración del Día de la Constitución, no puedo dejar de reflejar aquí el clamor popular que exige su reforma: el vecino no me habla de otra cosa en el ascensor, hasta parece haber perdido el interés por el fútbol, el del quiosco me habla de ello todos los días, en la frutería es tema recurrente y hasta en la peluquería es la conversación más repetida entre todos los parroquianos: “a ver si la hacen más social…” “A ver si le dan un toque más federal… “ “A ver si permiten de una vez el encaje de Catalunya…” Un hombre calvo suspira: “A ver si establecen de una vez el derecho de todos los ciudadanos a disfrutar de una buena mata de pelo”.


A mí, en mi inmodestia, se me ocurren dos aportaciones al inminente consenso: una para modernizar la denominación del Estado, que pasaría a llamarse España 2.0, con lo que seríamos la primera nación en incorporar al nombre un moderno toque informático.

La otra se refiere a la bandera. He observado que el marrón y el gris son colores con poca presencia en el universo de los pendones, con lo cual hago una propuesta de absoluta originalidad, que incorpora esos dos colores y hace tabla rasa de toda la simbología preexistente. Me ha quedado el diseño tal que así:


Y es tan horroroso, que tiene una importante virtud: dado que semejante oriflama no le puede gustar a ningún compatriota, tampoco habrá ninguno que se sienta ofendido, despechado o excluido por el mismo motivo, pudiéndose alcanzar una notable unanimidad. Tomen nota, señorías.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Fotografiado Fotografiando. Monzón Desde El Monte Del Palomar

¡Cuidado, Morgan, a tu espalda! Demasiado tarde. Cuando intenté reaccionar, ya me habían disparado.

 
Mi pueblo no es demasiado grande y sus afueras se alcanzan enseguida. Tampoco es exactamente tan homogéneo, autocomplacido y compacto como un pueblo. Ni alcanza el tamaño propio de una ciudad. Mis paisanos no se suelen molestar, si digo que es como un suburbio, un barrio popular de una gran ciudad… solo que sin la mentada ciudad al lado. Algo, quizá heredado de un reciente pasado industrial, quizá atribuible a la inconsistencia de lo que resta del casco histórico, le dan este carácter que, para mí, es un atributo amable, casi diría que positivo. Los turistas que abarrotan el Pirineo, desde que nos circunvala la autovía, ya ni pasan por aquí.

Una de las vistas más características (y atractivas) de Monzón, se obtiene desde el monte del Palomar, un escalón de arcilla y areniscas de unos treinta o cuarenta metros de altura, que cierra por el norte el barrio homónimo. Una subida asfaltada, desde la salida por carretera a la Almunia de San Juan, te deja en este cómodo mirador en menos de diez minutos.

 
Aquí estaba un servidor una mañana, en ocupaciones propias de paseante jubilado, haciendo una foto panorámica, cuando fue pillado por un paisano que le sorprendió desde atrás y ¡clic! El fotógrafo fotografiado “a traición”. Encima, el colega, otro aficionado a la digitalización de los paisajes, tuvo algunos días después la amabilidad de darme la foto. Él las copia en papel (curiosa manía) y el escaneado de la toma tal vez no le hace justicia.

Pero, en fin, a lo que iba: con cinco fotografías, monté una panorámica de Monzón presidida, cómo no, por el castillo templario-napoleónico y hoy la cuelgo aquí, montada y desmontada. Esto requiere una explicación: la panorámica original es una fotografía de 9720x3750 píxeles, más de 35 megapíxeles. Si subo semejante archivo al blog, va a tardar más que el consenso para la reforma de la Constitución, así que he optado por subir los cinco trozos que la componen (de 2500x3750), para que cualquiera que tenga cualquier versión de Photoshop o, simplemente, la paciencia de cortar y pegar, se haga con la que, hasta donde yo sé, es la mayor fotografía de libre disposición de Monzón City que hay puesta y expuesta en el internete. Eso sí, la panorámica que acompaña arriba es una versión reducida, con evidente pérdida de detalle.
 




 
¿Por qué tanta pasión por el detalle? Yo siempre digo que, como soy medio ciego, el paisaje lo veo en mi casa, en la pantalla del ordenador: en la visión real, el ochenta por ciento de los pormenores se me pasan por alto. Todas las preguntas que comienzan por “¿has visto…?” las respondo igual, sin atender al desenlace. “No”.  

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Scatman (Ski-Ba-Bop-Ba-Dop-Bop) - Scatman John

En esta fecha en la que los discapacitados celebramos nuestro Día Internacional (los 364 días restantes del año, pertenecen a los capacitados), recordaré con singular aprecio a un discapacitado que falleció, hace hoy exactamente quince años, siendo conocido, a nivel internacional, con el nombre artístico de Scatman John y habiendo tenido, a los 52 años de edad, un brusco salto a la fama, de carácter planetario, con el tema “Ski-Ba-Bop-Ba-Dop-Bop”, título que, para aliviar la memoria de la gente, se resumió en “Scatman”.

 
La música a la que presto atención y estima, consiste en un batiburrillo indescifrable y heterogéneo, donde cabe literalmente casi todo. No sé por qué me empeño en compartirla, ya que la experiencia me ha enseñado que el gusto más personal e intransferible de todos es el musical. Cuando visito a algún amigo melómano, lo hago abrumado por el temor de que me trate de contagiar su tozuda admiración por los poemas sinfónicos de Richard Strauss, que a mí me parecen el prototipo tostón de la pesadez, o me ponga una ópera reciente y me pregunte “¿qué te parece?”, a lo que me veré obligado a preguntar, a mi vez, “¿tienes ibuprofeno?”, con lo cual abrigaré la esperanza de que me deje por imposible… pero no.

Andaba yo, a comienzos de 1995 con los oídos puestos y, desde el género del dance, entonces tan en boga, me asaltó una cancioncilla que me pareció el non plus ultra de lo divertido y lo simpático. No era la primera vez que oía scat, esa modalidad del jazz en la que el intérprete improvisa con su voz, como si de un instrumento se tratara, articulando vertiginosamente sílabas que no suelen tener sentido (Louis Armstrong o Ella Fitzgerald cultivaron este tipo de interpretación). Y además esta vez era scat fuera de contexto, mixtificado o, peor aún, prostituido, como dijeron los puristas, que siempre usan esta palabrota para etiquetar todo lo que les parece mal, o sea, todo.

Resulta que el pavo de la cancioncilla irresistible, esto es, Scatman John, venía de una larga y modesta (y problemática) carrera en el jazz “serio”, antes de dar el pelotazo internacional con un tema que en 1995 conocían y tarareaban esquimales, bosquimanos, tártaros y beduinos. Hablando de tararear, estaba entonces muy de moda el karaoke por los bares de estos pagos y, sin lugar a dudas, era ésta la canción que representaba el tour de force más exigente entre la parroquia: pocos se atrevían y, aún menos, salían airosos. Aquí pongo el vídeo con la letra por si lo quieres intentar tú. Suerte.
 

Ah, y antes de que se me olvide, la discapacidad específica de este insigne fulano era… ¡la tartamudez! Manda huevos. Se podía haber buscado un desempeño profesional que no le pusiera a prueba todos los días, ¿verdad?

martes, 2 de diciembre de 2014

El Hombre Calvo De La Motocicleta A Cuadros

El hombre calvo de la motocicleta a cuadros paró ante los batientes del Poliamida 4, que aquel invierno era el bar videomusical de moda en nuestro barrio, cuando ya se había pasado el furor del Perfidia y casi nadie acudía por el Serampor. Las noches de Babilonia se teñían de una neblina gris rojiza con una consistencia a medio camino entre un vaho alquitranado y una grasienta telaraña incorpórea y los escasos transeúntes, ateridos de frío e intimidados por lo amenazador de la basca trasnochadora, navegaban como cometas negros pegados al suelo, buscando protección en los cubos de basura volcados a modo de barricadas, intentando pasar desapercibidos a fuerza de cobijar sus encorvadas y entecas figuras en uno y otro montón de detritus desparramados.

El hombre calvo aproximó la motocicleta a cuadros a uno de los sauces llorones con que el ayuntamiento ecologista conservador había tenido a bien engalanar la calle y, sacando una cadena herrumbrosa y un candado, ató la moto al árbol y, sin quitarse el casco, entró en el Poliamida 4. Un espeso tufo malva tapizaba la atmósfera del local y el hombre calvo con casco pensó en lo mucho que odiaba los cigarrillos afrodisiacos con aroma de sándalo que se fumaban en todos los antros que frecuentaba por aquel entonces. El Poliamida 4 era un tugurio pequeño, mal ventilado y peor iluminado, donde pacían, noche tras noche, medio centenar de tediosos exquisitos en torno a ocho o diez mesas de vinilo turquesa. Lo más infecto de la música tecno aplanaba a la concurrencia desde unos bafles que vomitaban decibelios a chorros y en una gigantesca pantalla de vídeo, alternaban con artificial naturalidad, imágenes de porno duro con las de ceremonias tántricas, carreras de fórmula 1 y ballets balineses.

 
En aquel local todos se conocían de vista y se vituperaban de referencias. El hombre calvo del casco les era vagamente familiar y lo etiquetaban como un hortera a la caza de un ligue ocasional con el que pasar la noche, cosa que, evidentemente, no conseguía las más de las noches. Esta vez se dirigió a una de las mesas, donde el Pederasta Macrobiótico, otro de los habituales del lugar, aleccionaba con ternura a unas titis jovencitas que iban vestidas y maquilladas al último grito: batas amplias de arpillera violeta y con un lado del rostro pintado de blanco fosforescente y el otro de pálido bermellón, envueltos los cortísimos cabellos con un tul salpicado de lentejuelas plateadas.

El hombre calvo del casco saludó a los allí presentes con un tímido estertor que nadie se molestó en contestar y tomó asiento en un puf de plástico esponjoso que había vacante. Meditó brevemente entre sacarse el casco y exponer su calva de vituperable carrozón a la concurrencia, o quedarse con él puesto y estar como un mueble, sin enterarse de la conversación y sin poder terciar. Optó por lo primero.

Sin casco ya, se acercó un momento a la barra y pidió menta con orujo. Provisto del cilindro esmeralda de bebida, el hombre calvo volvió al sitio a tiempo de escuchar al Pederasta Macrobiótico que se expresaba, con voz de cascabel, en estos términos:

 
 - Hay que desterrar el hedonismo estéril que nos corroe… Es que vosotras sois unas jóvenes jabatas que no pensáis más que en el placer de los sentidos y por ese camino ¿a dónde llegáis? U os quedáis en un sentimiento lúdico y pueril de la existencia, o llegáis al hastío, a la profunda insatisfacción que creéis emanada de aquello que os rodea. Todo lo vinculado con el placer, con las sensaciones agradables, es muy limitado. Si es hasta reiterativo: comer, beber, follar, fumar… Las sensaciones nuevas se agotan enseguida y se desemboca en un insondable aburrimiento. Un muermo fatal que los ingleses llaman spleen y que es como un fastidio mortal por el hecho de tener que vivir… Es que vosotras sois muy jóvenes y no habéis agotado todas las posibilidades de gozar de manera irresponsable. Pero luego sólo queda un poso amargo y una sensación de vacío y piensas que no es así como tenías que haber orientado tu vida, que debe de haber otra cosa. Ya vendréis a verme dentro de ocho o diez años, cuando estéis ahítas de gozar por todas partes, por los ojos, por la boca, por el chocho, por el culo, por los oídos, por la nariz, por las yemas de los dedos… Cuando estéis hartas de viajes, de bailes, de ligues, de fiestas, de camas, de música, de perfumes, de palabras… Cuando estéis hasta la coronilla y os parezca que no queda ninguna ventana por abrir, vendréis a Macro y le diréis ¿qué hacemos ahora? Ahora que ya pasamos de todo, porque todo lo hemos probado en exceso y nos disgusta, ¿qué hacemos ya con esta jodida vida tan tempranamente gastada? Estamos quemadas de tanto disfrutar y, sin embargo, frustradas, descorazonadas: buscábamos algo y no era esto. Y yo os diré: es tarde, tarde. Vuestro tren ha pasado ya, lo habéis perdido, habéis perdido la ocasión de adentraros por unas vivencias más sencillas, menos congestionadas; habéis perdido la ocasión de ser simples, diáfanas, elementales… Habéis querido hacer de la vida una aventura en la que ser las protagonistas, las primeras estrellas, y os ha salido un burdo y cansino estereotipo, un cliché gastado por el que nadie daría ni dos duros. Eso es lo que os dirá Macro, habéis consumido placeres en exceso y sois unas viejas prematuras, si estáis hartas, jalaros un bote de arsénico…

 - Escucha, Macrobiótico, - interrumpió una de las titis, de bellos ojos escarlata. – Nos estás liando de pésima manera. Hay tíos y tías, no ya jóvenes, sino muy carrozones, que no paran de gozarla, o por lo menos de intentarlo, y no están ni mucho menos hartos de la movida, se les ven unas ganas de marcha que para qué. Y si no mírate tú, aquí, el amigo de la calva…

 - Yo soy Aries – dijo el hombre calvo del vaso de menta con orujo.

A lo que yo me refiero, - cortó el Pederasta Macrobiótico – no es a la experiencia personal y vivencial de un cabeza de tiesto servil y aborregado, que es lo que más abunda por ahí, de la misma forma que la sardina, el jurel y la caballa son lo que más abunda en el mar y, para encontrar un pez-joya, tienes que bucear leguas y leguas. A vosotras os adjudico el tratamiento de peces-joya que, traducido a personas, significa seres conscientes de sus aspiraciones y de sus fronteras, de sus sueños y…

Un rubio macilento y malcarado, con una chupa de plástico negro y unos pantalones burdeos muy ceñidos, interrumpió en su discurso al Pederasta Macrobiótico:

 - Oye, ¿tú vendes droga?

 - Espérame dentro de diez minutos en los servicios de caballeros, – respondió éste bajando la voz. Y luego de que el rubio se fue con paso inseguro, miró con arrobo a su esbelto auditorio y prosiguió con su obvio palique: – Seres conscientes de sus sueños y de sus realidades ¿Qué me importa a mí que un alcornoque con patas corra toda su vida en pos de goces primarios y materiales, sin saciarse jamás? Yo no os pongo en esa órbita. Al atribuiros la capacidad de sentiros asqueadas, de que llegue un día que digáis: bueno, basta, ya he bebido en todas las fuentes, ya he llamado en todas las puertas, ya he perseguido todas las quimeras, ¿y ahora qué? Os estoy brindando la posibilidad de saber que, de algún modo, os lo podéis hacer de otra manera, mejor, más sano, más barato en desengaños… Trato de abriros los ojos a una manera de ver las cosas que es más incómoda, menos confortable, que requiere más esfuerzo y una vigilancia constante; pero que a la larga es más gratificante, más constructiva, responsable y creativa… Y espero con toda mi alma que rechacéis el ofrecimiento, porque ¿qué esperáis? ¿Qué os marque la senda? No, hombre, no. El tiempo de los profetas ya se ha pasado y yo no soy ni un facha, ni un catequista, ni un revolucionario, ni un vendedor de recetas… No os voy a decir el camino por la puñetera razón de que no lo sé yo. Y aparte, que el mismo camino no sirve para todos los transeúntes, no, qué coño va a servir. Yo tengo el mío propio y, a lo mejor, te metes tú por ahí y coges un rollo fatal, quién sabe, si yo no sé más que cuatro vaguedades. Lo único que tengo por cierto es que cada uno tiene su propia estrategia, visible para él mismo y que las estrategias, los caminos, convergen en una cierta realización de la unidad…

 
 - Pero tío, - terció la misma titi de antes – quién nos dice a nosotras que eso que nos estás largando, no es un rollo patatero que te acabas de aprender en un libro que se te ha empachado. ¿Y vamos a dejar de buscarnos satisfacción y compensaciones en la vida por culpa de una intuición mal parida, que luego igual resulta que es una basura como lo de la política?

La tía tenía unas pestañas larguísimas, por lo menos cuatro dedos de pestañas y, cuando hablaba, le subía y le bajaba el pecho, los pechos, unos pechos que debían ser elásticos y prietos como pelotas de tenis…

 - A mí me gusta mucho jugar al tenis – expresó en voz alta el hombre calvo del vaso de menta con orujo.

 - Bueno, hermosas, ya sé que es difícil convencer con tan pocos argumentos, - dijo Macro, apurando su decimotercer gin-tonic de la velada. - ¿Y qué tal si cambiáramos las posaderas de lugar? Yo ya tengo herrumbre en la rabadilla, quiero estirar las piernas. Por lo menos de aquí al coche, hostia. Lo tengo enfrente, aparcado en doble fila. Ya veréis como está la Urbana haciendo caligrafía. ¿Qué? ¿Os venís al Papáver? Tienen un anisette genial, ¡ah! Y, de paso, os contaré cómo le paré los pies al cátedro de Semiología Paralingüística de la Central, un trosko que no tiene ni media hostia dialéctica, un auténtico calafate, un negro del partido… Bueno, tío, te quedas aquí, ¿no? Vale, pues adiós.

 - Encantado, seño… tías. - Se despidió el hombre calvo. Las amplias batas de arpillera violeta revolotearon ante él. La jovencita de los ojos escarlata y kilométricas pestañas salió con el Pederasta Macrobiótico, que la cogía por los hombros y le decía secretos hilarantes al oído. El hombre calvo apuró su vaso de orujo y menta, sin dejar de mirar a la puerta del local. Dos de las titis que habían asistido a la lección existencial de Macro, hablaban junto a la salida con un mocetón vestido de raso verde. En sus caras había francas sonrisas, mitad blanco, mitad bermellón. Una de ellas tenía los ojos verdes y la otra del color de las amatistas tornasoladas.

 
Cuando se fueron, el hombre calvo se puso el casco integral, despacio, muy despacio, como con infinito cansancio y hastío, por culpa de los goces prolongados y placeres innumerables de su dilatada existencia o, tal vez, por no haber sabido hallar su propio camino.

Un rubio macilento y sudoroso, el de la chupa negra, tampoco sabía encontrar el camino de salida desde los lavabos.

El hombre calvo del casco pensó entonces que, mal que bien, la noche había sido agradable e interesante: había escuchado la charla siempre amena de Macro y había conocido a unas tías muy atractivas, modernas y encantadoras. Sobre todo, una, ¿eh? Qué pestañas y qué mirada. Era sensacional. Y cómo le sentaba la amplia bata violeta de arpillera: si es que hasta le realzaba los atractivos. ¡Y qué personalidad! Cómo sabía hablar y discutir y defender sus puntos de vista…

El hombre calvo del casco salió por los batientes del Poliamida 4 un poco encorvado. El frío de la calle era muy intenso e intuyó que no sería muy agradable ir en moto una noche como ésa. Con lentitud y un extraño azoramiento, desató el candado y puso en marcha el vehículo al segundo intento.

El hombre calvo de la moto a cuadros arrancó y se sumergió en la noche con el peso de mil novecientos ochenta y dos años en los hombros. De trecho en trecho, una farola batallaba con la umbría de los sauces por iluminar la calzada, sin conseguirlo.

Al año siguiente, el ayuntamiento profiláctico progresista talaría los sauces llorones, sustituyéndolos por obeliscos de basalto negro.

   

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Dos Minutos De Odio 2. La Culpa De Todo La Tienen Los Maestros

Siempre que un político, un periodista o un presentador se dirigen a los ciudadanos en el contexto de temas educativos, gustan de poner a los docentes en el punto de mira: que si no están tan preparados como los de Finlandia, que si insisten en la desfasada lección magistral, que si habría que evaluar su competencia y productividad… ¿Por qué no azuzan a las masas contra los veterinarios, los fontaneros o los pensionistas? Misterio.

En las series y en la publicidad, es frecuente presentar la figura del profesor como la de un ogro reaccionario, ¿te acuerdas de aquel anuncio institucional para promover el folleteo seguro, donde un profesor rancio y malcarado encontraba un condón en el instituto y, con expresión torva, preguntaba de quién era? Menos mal que al final vencía la solidaridad y se levantaban todos los estudiantes como un solo magma voluptuoso.

Anteayer, en un noticiario aragonés de la radio, don Celso Alertas, presidente de una compañía de las telecomunicaciones digitales, no se me quedó si era Vomistar o Jodafone, más un cetáceo que un pez gordo de las actuales minorías directivas/lavativas, aprovechó la tribuna que los micrófonos le bringdaban para echar otra palada de excrementos sobre el sufrido gremio de la enseñanza, diciendo algo así como que los niños eran digitales y sus profesores todavía no habían sido capaces de hacer un esfuerzo de adaptación y seguían utilizando retrógrados métodos antediluvianos y obsoletos medios analógicos, así que ya era hora de reciclarse (en el oportuno contenedor). Este tirón de orejas a los de la tiza fue la gota que colmó el vaso, me encendió: santo cielo, ¿qué niño de hoy en día necesita ser adiestrado en el manejo de un móvil, una Tablet, un ordenador, una PS Vita, una Nintendo DS, una Wii? ¿Es que aún quieren venderles más chufas? ¿Es que todavía quieren lavarles el cerebro con más pantallitas?

Los niños son, en este país, nativos digitales. Usan estos medios mejor que el peine o la cuchara. Si tienes alguna duda sobre cómo enviar un Whatsapp, configurar la conectividad de un móvil o crear, guardar, compartir o borrar un archivo y hay en tu casa un niño entre cinco y dieciocho años, consúltale a él… Ahora, si eres de Vigo, no le preguntes dónde está Santiago y si eres de Daroca, no quieras saber (por su boca) qué tal es Tauste.

 
Las cosas como son: la “generación más preparada de nuestra historia”, según repite una celebérrima (y cacatuérrima) locutora que uno de estos días terminará la carrera de periodismo, la generación que va a tener que irse a Alemania a desintegrar el átomo, porque aquí los recortes, en opinión de la briosa reportera (que no ha necesitado de los estudios reglados), condenan a nuestros vástagos a desintegrar la caspa o las mondas de patata y la I+D se ha detenido en el asa del botijo.

Pero si la solución pasa por denostar sin descanso a la escuadra de la función docente, apañados estamos. Tal vez he mencionado ya que, entre los hindúes, que creen en la transmigración de las almas, existe la presunción de que aquellos que no hacen caso de sus maestros y se dedican a injuriarlos o a burlarse de ellos, en su próxima reencarnación habitarán la forma de un asno. Es probable, claro, que esta convicción fuera difundida por el gremio de los preceptores, pues eran parte interesada en asunto tan punitivo.

Aunque aquí, hoy y entre nosotros, advierto que ya ha ocurrido, ya nos hemos reencarnado en la bestia que tomamos como epítome de la ignorancia. Desposeídos los pedagogos de a pie de cualquier preeminencia o autoridad, escarnecidos a todas horas, mal pueden ser culpados de los conocimientos que han dejado de adquirir sus pupilos que, eso sí, han crecido felices, pues la ignorancia acarrea una inocencia que no deja de ser muy saludable.

Lo que no entiendo es la saña con la que los medios azuzan a la opinión pública para que siga aborreciendo e inculpando a estos sufridos encargados de las guarderías, donde los infantes de dos a dieciocho años son atendidos en todas sus necesidades, excepción hecha de las intelectuales si las hubiera.
 
Nuestra puerta al futuro: cerrada y sin llamador
 

lunes, 24 de noviembre de 2014

La Boda De Cerdito - Helme Heine

Como don Erre que erre en su celebrada película, sigo obstinado en presentar vetustos y encantadores libros de narrativa infantil. Y no es que quiera arruinarle el negocio al señor Helme Heine, es que sus cuentos me parecen muy buenos y no puedo evitar la tentación de compartirlos aquí con el numeroso público que internet me brinda y que el coreano del Gangnam Style me ha birlado casi enteramente (con toda justicia, ojo). Espero que a sus 72 años el multipremiado escritor  e ilustrador alemán no eche de menos en su peculio los casi tres libros que mi infortunada admiración le ha privado quizá de vender.

Der autor
 
Así que hoy lo traigo de nuevo a esta desdichada página con unas cuantas vanas esperanzas:

 
La de que tal vez un padre o una madre, usando de un tablet, donde se agrandan fácilmente las ilustraciones, se lo cuente en la cama, a la hora de irse a dormir, a su criatura de entre tres y nueve años y, de este modo, la mande al paraíso de los sueños a soñar con la canción de los cerdos felices (los que nunca oyeron hablar de Campofrío, de El Pozo ni de Oscar Mayer).

 
La de que quizá un docente, para relajar a sus niños en la sesión de la tarde, utilice el cañón o la pizarra digital, proyectando en el aula este torrente de imaginativa diversión que sacude el mundo porcino. Una sugerencia de lectura colectiva.

La de que, ocasionalmente, un adulto que no ha exterminado al niño que se lleva dentro, pueda hallar regocijo con una historia ingenua pero ocurrente, corriendo el riesgo de sentir una espontánea y tontorrona alegría por la ventura de estos cuasicongéneres.

La de que lo leas tú y me digas que te ha parecido “un cuento con situaciones y contenidos excesivamente tradicionales para la formación que se pretende impartir hoy en día”. O algo parecido.
 













 

domingo, 23 de noviembre de 2014

La Rosa


El poema más breve (digno de tal nombre) del que tengo noticia es éste, debido al esfuerzo de pureza y decantación lírica del inefable JRJ:

“No la toques ya más,
¡que así es la rosa!”

 
He leído poemarios enteros que me han conmovido menos que estas diez palabras.