lunes, 17 de marzo de 2014

La Excelencia Educativa Y Otros Timos Famosos

Una de las más llamativas contradicciones del entorno espaciotemporal en el que me ha tocado vivir es la que se da entre lo que dice valorar la sociedad y lo que esta sociedad valora realmente. Y una de las primeras víctimas de tal incoherencia es el sistema educativo en su conjunto, que se adultera y se devalúa hasta los extremos que estamos actualmente disfrutando.

Viene esto a colación por un suplemento que el diario “El Mundo” publicaba el pasado miércoles 12 de Marzo y que, con el título “100 Colegios”, pretendía recoger y reflejar el estado actual de la llamada “Excelencia Educativa”, término que está muy de moda y que, sin embargo, dudo que nadie sepa muy bien a qué se refiere.


Comienza con una declaración de principios en un lenguaje tan campanudo como el que usaría el vendedor de un crecepelo milagroso, en la plaza del mercado de un pueblo remoto: “Vivimos en una sociedad de padres preocupados. De padres en busca de la mejor educación para sus hijos. Atrás queda la conformidad con una enseñanza de calidad. La sociedad y el mercado laboral demandan excelencia, vanguardia educativa, rasgos internacionales y habilidades tecnológicas… … Los colegios son el motor para propiciar la excelencia y donde se formarán los futuros líderes. Una excelencia que requerirá estar en constante ebullición para no quedarse rezagados…” Siguen 36 páginas de pamplinas y aspavientos de este tenor, entreverados de publicidad de colegios elitistas y de esos términos de actualidad en el sermoneo psicopedagógico que, si algún día significaron algo, hoy son meros comodines verbales: “inteligencia emocional”, “desarrollo de la creatividad”, “aprendizaje cooperativo y solidario”, “claves metodológicas” por aquí. “planes de innovación” por allá... Y se han quedado tan anchos.

Por supuesto, no hay ni un solo colegio público (juegan en otra liga), sólo privados y concertados, como es lógico. Como partidario, casi “hincha”, de los centros públicos, cogí un rebote que por poco me muero de la INRItación, al igual que Nuestro Señor. Esperaba a estar más frío para mostrarme ecuánime en lugar de corrosivo y sarcástico, pero no me ha sido posible, de modo que señalaré con crudeza algunos hechos que se pasan por alto con pasmosa frecuencia.


El primero hace referencia a la función social de los colegios (los destacados por el suplemento y los demás). Ésta consiste, si quieres te puedes seguir engañando, en una guardería o aparcamiento de niños hasta que cumplen los dieciocho años, para que no estén dando la brasa a sus padres y estos puedan proveerse de los medios para la supervivencia, primero, y de cualesquiera otros medios materiales que, dado el status de cada uno, juzguen oportuno alcanzar y poseer: un loft, un Audi, una segunda vivienda, un todo terreno, una casa con jardín o un yate grande como el Azor. A los niños se les manda a la escuela “para que no estén en la calle” y “si encima aprenden algo, pues mejor”. En la calle, antaño, no podían sino estorbar y “torcerse”. Hoy, pura y simplemente, no sobrevivirían, por eso y no por otra cosa, se les confina en los colegios y se les infla a extraescolares…

Porque la cultura, los conocimientos, la capacitación, ¿le importa de verdad eso a alguien? Puede, pero se aprecia de inmediato que tienen mucho más share en la tele, los cuartos puestos de Fernando Alonso y las declaraciones de Belén Esteban, del que tendría una ópera de Verdi o un drama de Valle-Inclán, o sea, una cosa son los altos objetivos formativos que decimos preferir y otra cosa muy distinta, lo que realmente despierta nuestro interés: el dinero y la influencia, tal vez, no sé.


Siendo malo, malísimo, seguiría concentrándome en los motivos que llevan a determinados padres a preferir la excelencia de algunas ofertas educativas. Uno podría ser evitar a sus hijos el contacto con la gitamoraima y los desfavorecidos, que, seguramente, tendrán poco acceso a los colegios de los primeros puestos del ranking. Pero eso lo hacen porque quizá no confían en sus hijos y quieren evitar que se mezclen “con según quién”, que una cosa es el igualitarismo y otra, muy distinta, la promiscuidad. Y siguiendo en el tema clave de las relaciones que tienden a establecerse, bueno será que las élites compartan aula con las élites: de este modo se facilitará el ensamblaje de las tramas Gürtel, Palau y similares de las próximas décadas. Ese es un punto a favor.

En lo tocante a la calidad de la enseñanza y al nivel de conocimientos adquiridos, lamento confesar que no creo que haya la menor diferencia. Un buen alumno de la pública puede competir en cualquier prueba de carácter académico, con los mejores de las mejores privadas. El caso es que sólo hay una prueba de este tipo: la famosa selectividad y los resultados son, cuando menos, similares, tanto si tu centro tenía tres piscinas climatizadas y campo de polo, como si tenía pizarra y tiza. Ya cambiará (en interés del negocio), pero de momento es así. Estuve casi cuarenta años trabajando en la pública y tuve compañeros cuyas habilidades profesionales eran de primerísimo nivel y jamás vino un empresario de un colegio de élite con el talonario a ficharlos. Es más, creo que los grandes profesionales elegidos para la excelencia educativa, cobraban menos que nosotros, así que cuando allí les salía un “Messi”, si podía, se iba a la pública.

Bonito cuento "La Excelencia Educativa",
pero prefiero "El Mago De Oz"
Por supuesto que me gustaría equivocarme: si dentro de 20 años, las élites de este país, en lugar de dedicarse al tráfico de influencias y al pelotazo urbanístico, han conseguido dos premios Nobel de Química y uno de Economía, amén de poner en marcha las empresas que producirán los televisores García y los automóviles Sánchez, me comeré mis palabras con patatas y admitiré mi absoluta carencia de perspicacia. Mientras tanto, la excelencia educativa, tal como se está proponiendo, me merece la misma confianza que la publicidad de los productos para adelgazar.

Además, es innecesaria: para obtener un título universitario, basta que el padre invierta la módica cantidad de 100 € para comprarle a su hijo un pinganillo,  con el que recibir, durante los exámenes, ayuda del exterior. Indetectable y 100 % garantizado. Así, cómo no van a ser la generación mejor preparada de nuestra historia. Y sale mucho más barato que un colegio privado. Ahí está el enlace:
Difícil para "chivar" con un pinganillo

1 comentario:

  1. Pobres críos, me dan penica en la escuela.... aunque contigo seguro que tuvieron sus momentos, juas juas!!

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