jueves, 24 de marzo de 2016

El Abandono (1 de 5)


EL ABANDONO
1
En realidad, importancia… ¿Qué importancia tiene? Sí; es una colección un poco extravagante si usted quiere. Admito que es probable que no haya nada parecido; y ejemplar lo es poco, desde luego. Creo que lo que puede llamar la atención es su dimensión descomunal, aunque soy consciente de que carece de auténtico mérito.


Usted me pregunta si me preocupa que pueda parecer irrisorio; verá, estoy convencido de que, de hecho, lo es. A cualquiera puede ocurrírsele de inmediato motejarme… de lo más evidente. No; ponga que no me preocupa lo más mínimo, que ahora que el suceso ha alcanzado cierta notoriedad estoy dispuesto a afrontar sus consecuencias… Las habladurías, los chistes, la maledicencia, las críticas, el desprecio o, incluso, la indiferencia.


Tenga en cuenta que esto no lo he hecho por ningún afán de notoriedad; hace cincuenta años cuando comencé resultaba todo mucho más sencillo en más de un sentido: salía más barato y no estaba tan mal visto. Y no era problemático al principio el asunto de la variedad, de la no repetición, vamos, estaba a la vuelta de la esquina y en cambio ahora, no imagina los esfuerzos, los pasos, los desembolsos… Una puñetera ruina.


No, no, ¿qué dice? ¡Qué va! Nunca hice trampa, no, ¿con qué objeto? O sea, ¿para engañar a quién? Sí, puede poner que dos diariamente, es la pura verdad, bueno hay que matizar: como usted imaginará he pasado largas temporadas enfermo y entonces, es natural, no podía; no, claro, ¡ja ja! Tampoco en el hospital me lo hubieran permitido, jamás me atreví a preguntarlo, si es por eso.
Póngalo como guste, pero sin sensacionalismos ni exageraciones, yo lo siento como si durante alguna temporada hubiera faltado a mi deber, no, suena muy grave, como si simplemente hubiera fallado por motivos ajenos a mi voluntad: uno emprende un esfuerzo perjudicial y no puede decidir que tendrá siempre una salud de hierro. Siempre que he podido he cumplido, eso sí, las transgresiones a mi propia norma han sido de una importancia tan nimia que no se las detallaré.


¿Que qué pienso hacer ahora? Oiga, mire, le he dicho que llevo cincuenta años en esto, hasta ahora nadie había montado ningún revuelo y, dentro de lo que cabe, me habían dejado en paz. ¿Qué cree que voy a hacer ahora? ¿Ponerme a participar en shows de televisión? ¿O asomar canas y arrugas desde alguna valla publicitaria? Hace ya algún tiempo que me he jubilado, no, no le diré cuánto, pero de todas formas el suficiente para no tener ya ganas de hostias. Eso no lo ponga, sé que me conservo bien, por supuesto, ¡me estaba administrando un buen conservante, ja ja! Pero vamos, ya no soy un chaval y además sé perfectamente que esta mínima popularidad será lo bastante efímera para que, la próxima semana, no me recuerde ni usted mismo.


Por mi parte, ponga que continuaré entregado a mi paciente y obstinada labor, no se ría, durante el poco tiempo que me queda; no se ría, hombre, el médico me ha confirmado que tengo una cirrosis hepática en fase terminal.

… … …


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