viernes, 7 de abril de 2017

Nuevos Mapas Detallados De Nuevos Lugares Inexistentes

He encontrado alguna muestra más de mi viejo, entrañable y absurdo hobby de juventud, que consistía en pintar, con mimo y detalle, mapas de lugares inexistentes. Lo hacía con el mayor realismo del que era capaz y con el aspecto formal de los mapas de los atlas que manejaba, es decir, con los colores de altimetría y los signos convencionales habituales.

Perdía mucho tiempo en pintarlos, tratando mientras de imaginar los lugares físicos y humanos que estaba representando, concebidos un tanto aleatoriamente, pero de modo muy minucioso... Con deciros que hasta tenían su escala de 1:250000, es decir 1 cm del mapa eran 2’5 km de la “realidad”. Esta escala era fija y se heredaba de la cuadrícula de 4 mm de las libretas corrientes: de este modo cada cuadrito era un kilómetro cuadrado.


Las más veces se trataba de islas montañosas de costas accidentadas y solían tener ríos que discurrían por valles muy verdes, por pedir que no quede, así que completaba el cuadro imaginario un clima templado suave, de corte oceánico, con abundantes lluvias.



Estaban densamente pobladas de seres humanos hacendosos, que casi desconocían el paro, la necesidad, la ignorancia y la violencia, o sea, clases medias con existencias razonablemente felices y con abundante tiempo libre, consagrado a la creatividad, al cuidado del medio ambiente y a la práctica de los deportes, de los juegos de salón y del sexo saludable y seguro.


A la utopía por la geografía, pero ¿qué planeta podía albergar estas islas dichosas?... Desde luego no el nuestro o ya se hubieran descubierto y echado a perder con el turismo extractivo, la especulación y la arquitectura contemporánea.


Las utopías clásicas suelen tener como marco islas remotas, a salvo de la influencia exterior. A ellas llega el viajero y le es dado maravillarse ante un venturoso y reducido grupo de congéneres, que gozan de una despreocupada existencia en una especie de colectivismo primitivo exento de propiedad privada, lujos y ambiciones... Claro, esto sólo puede darse en una isla remota, con escaso arbolado para construir embarcaciones y escapar.



Leí de joven la “Utopía” de Santo Tomás Moro y, sinceramente, no se lo recomiendo a nadie, ni el libro, ni lo que propone. Siempre he pensado que una sociedad donde todos los abusos, egoísmos y otros vicios inducidos por el individualismo hubieran sido superados por la equidad, el civismo y la templanza sería, sin duda, un lugar muy siniestro. El propio Tomás Moro habla de los placeres a que se entregan los moradores de su afortunada isla, el más relevante de los cuales es “liberar los intestinos de su molesta carga” (sic).

Por tanto, en mis islas imaginarias, hay canódromos y puticlubs, antros tabernarios y casas de apuestas, se destilan licores legal e ilegalmente, prosperan estafas, adicciones y peleas domésticas, drogas blandas y menos blandas, e incluso una banda de salteadores con el pintoresco nombre de “Columna Durruti” y, sin embargo, reina la paz civil y funcionan las instituciones debido a que la mayoría de la población es, como en todas partes, tenaz y obsecuente.


¿Me hubiera ayudado este libro?

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