lunes, 19 de junio de 2017

Sobre La Ira De Dios

Cada uno ve lo que quiere ver y yo ya no veo nada si no me lo invento. Hacía días que no tenía nuevas de mi pobre amigo el Resentido, salvo que, debido a su falta de trabajo, higiene e iniciativa, ha pasado una temporada muy mala en la que no ha pisado la calle más que para comprar cerveza y Cheetos, bebida y comida éstas que constituyen la totalidad de su dieta, calificada orgullosamente por él de vegetariana.



Al hombre no se le puede llamar por teléfono para saber en qué anda, pues el fijo se lo cortaron por impago y del móvil algún día os contaré lo que piensa, de momento, baste resumir que para mi amigo la tecnología alcanzó un cénit entre Recaredo y San Isidoro de Sevilla y, desde entonces, todo lo parido (o evacuado) por el menguante ingenio humano, más ha servido para complicar, diversificar y generar necesidades, que para aliviarlas.


Por otro lado, ir a verlo a su domicilio requiere un conocimiento exhaustivo de los vericuetos de los alrededores de las afueras del extrarradio de mi pueblo, prácticamente hay que llevarse una mochila con víveres, agua y equipos básicos de supervivencia, camuflaje y orientación.




Así que cuál no fue mi sorpresa cuando el otro día lo encontré sentado en la terraza del Bar Ranco tomándose, sí, lo habéis adivinado, una cerveza y hojeando, no, no lo ibais a adivinar nunca, un ajado Corán de la colección Austral, editado en rústica en el mismísimo año de la puesta de largo de Maricastaña, cuando por aquí no había asomado el primer inmigrante magrebí y lo que hacíamos nosotros era más bien emigrar a Francia, para vendimiar y ver alguna película de cinema cochon, como ‘La masajista perversa’ y otras que no recuerdo.


 - Pero, ¿tú no eras ateo?


Me mira y parpadea molesto con el sol y tal vez con mi extemporánea interrupción. Cierra el libraco que más parece una baraja desvencijada y se dispone, cómo no, a perorar.




 - Lo era, pero cuando uno se hace viejo empieza a pensar en el más allá. Y, últimamente, me está resultando más cómodo pensar en un Dios al que poderle echar la culpa de estos desbarajustes de por aquí abajo, así que...


 - Oye – le interrumpo -, ¿en qué película de Woody Allen dice “si Dios existe... tendrá que tener una buena excusa”?


 - ...Así que me he puesto a leer los libros sagrados de las religiones monoteístas a ver si me iluminaban, pero sólo me han servido para cogerle aún más rabia al Protagonista. No te puedes imaginar lo toscos y pesados que son. La primera idea que se me ha ocurrido, en consecuencia es que, si fueran el dictado de un Dios infinitamente Sabio y Omnipotente, tendrían que tener, no sé, como un poco de magia, irse adaptando al lector de cada tiempo y hablarle de manera clara y directa a su mente y a su corazón, pero esto... – Señala la exangüe y amarillenta baraja – es un desastre, un compendio de bravatas y amenazas, hace falta ser un Solitario muy desgraciado. para crear esta rueda de sufrimiento y aflicción en unos pobres monos imprudentes. Qué desperdicio.




Por si no lo habéis observado, cuando el Resentido perora no hay modo de desviarlo de su discurso. Sé que esta charla de café (pido uno) no nos va a llevar a ninguna parte, como de costumbre y, aunque de Dios y del amor son de los dos únicos temas de los que merece la pena hablar, nuestra poco sólida formación no nos va a permitir ningún avance. Así que trato otra vez de meter baza:


 - Pero olvidas el placer, la plenitud de la vida, los dones físicos y anímicos. Olvidas que todos, y tú el primero, tememos perder esto que tanto desprecias.


 - Buen intento, Himphame, pero tú sabes tan bien como yo que si los que escribieron semejantes mentecateces se hubieran apercibido de esta cacareada plenitud y de estos dones tan preciados, no habrían andado siempre prometiendo otra vida mejor tras este valle de lágrimas. El Paraíso es su recurso publicitario básico, date cuenta de que ahora andamos en Occidente un tanto atemorizados, por cuenta de cuatro miserables desgraciados dispuestos a inmolarse en cumplimiento de una supuesta venganza de Dios, para subir directos al Paraíso. El consuelo de los pobres, ya lo dijo Marx, la religión es el opio del pueblo. ¿Y qué pensaremos de la grandeza de un Dios que necesita esos sanguinarios testaferros para mostrar Su ira?




Me hace gracia cuando el Resentido llama Occidente a nuestro tórrido y polvoriento lugar: si hay un sitio alejado de donde los infieles toman las decisiones que cabrean a Dios, es este remoto enclave en medio de ninguna parte. También me hace gracia cuando llama “pobres” a los petromonarcas de Oriente Próximo. Decido seguirle la corriente a mi locuaz colega y citarle a Weber, para chincharle frente a su venerado Marx, por cierto, el profeta del cuarto monoteísmo basado en insufribles libros sagrados. El cual, seguramente, encontraría un denso modo de expresar que los atontados islamistas son revolucionarios,por cuanto dan cumplimiento a la cólera de los desposeidos.


 - No todas las religiones nos abruman con la culpa ni nos amenazan con el infierno. –Le digo-. El confuciano no necesita ser “redimido” de nada salvo de la incultura y la falta de educación. Como premio de la virtud solo espera una larga vida, salud y riqueza en este mundo, y tras la muerte una conservación de su buen nombre. Y como el verdadero helénico, no alberga concepto alguno de un mal absoluto.




- La verdadera amenaza es el Paraíso, colega – se toma, al fin, la molestia de replicarme -. En nuestra sociedad, la muerte de Dios, nos hace responsables de esforzarnos por conquistar otra vez nuestras vidas y no podemos decaer en el intento o volveremos a ser pasto de la fe. De la nuestra o de la de estos guerreros sin escrúpulos, que leen en su libro “Dios odia a los infieles”, y alquilan una furgoneta.


 - No me jodas, ¿dónde lo pone?


 - Aquí, en la sura 2, casi al principio.


 - Estará mal traducido, ¿quieres otra cerveza?


Y tres más se tomó el Resentido a mi salud y a mi cuenta, mientras disertaba sobre el Dios Vengativo, El Juicio Final y las culpas innumerables de los pecadores, de los impíos y de los corruptos. Al final, era él el que estaba en el Paraíso.


Había refrescado, claro.  



Acompaño esta entrada con fotos del palacio de la
Aljafería en Zaragoza. Vienen a cuento, porque
si hablamos del Paraíso, los palacios musulmanes
de aquella época eran la fiel representación
de un lugar así en la tierra.

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