sábado, 4 de abril de 2020

Yo No Salgo A Los Balcones A Aplaudir

Mi amigo el Resentido ha focalizado su ira y su malestar en la pandemia, el confinamiento y la impericia con la que nuestras autoridades afrontan esta catástrofe. 

Me ha hecho una videollamada a las ocho de la tarde, cuando los balcones de mi barrio se convierten en una animado anfiteatro que vitorea y aplaude a los de la farándula que, más bien o más mal, lidian, los pobres, con este horroroso guión que les ha tocado en suerte. 

Entre las ocho y las ocho y cuarto hay bullicio y alboroto, se diría que hemos acabado de ganar un mundial. Y puede que, a estas alturas, así sea, al menos el subcampeonato del mundial de la desolación. Quizá para combatirla, hoy sonaba, incluso, el “All you need is love, que pega con la actual situación como las dos pistolas del Cristo, o una diadema real en la frente de la señora Calvo, cuya pronta reposición, claro, todos esperamos que se produzca, a tiempo de endiñarnos dos semanas más de celda. De momento. 

Mi amigo el Resentido está muy irritado. “Yo no salgo a los balcones a aplaudir”, me saluda, “ya lo veo, macho.” En diez minutos, no consigo sacarlo del tema de su no-aplauso. Quiere dejarlo claro. Extracto sus razones, aligerando su insufrible reiteración: 

“No sirve para nada aplaudir. Además yo estoy encerrado en un piso de 40 metros sin balcón. Y al fin y al cabo, sanitarios y agentes del orden cumplen con su obligación. ¿Para qué aplaudir, entonces? Tú has cumplido cuarenta años con la tuya de dar clases y a ti nadie te aplaudió en tu vida. ¿No sería más útil asomarse a donar con Bizum cinco euros para comprar el material que les falta? Ya veríamos cuántos salían, porque hasta ahora es gratis. Y habría que incluir en el aplauso a todos los que trabajan: agricultores, cajeras de supermercado, reponedoras, transportistas, farmacéuticos, mensajeros... A todos, menos a los gobernantes.” 

 Ya está en su tema favorito, donde es imparable: 

“Vaya pandilla de ineptos, los que están al timón. Vaya mentira que no se podía prever, anda que no hubo advertencias. Vaya trola, el número de contagios, cómo lo van a saber si no se hacen pruebas a la población. Ni siquiera un muestreo aleatorio serio, para extrapolarlo a través de porcentajes. Vaya engañifa lo de la curva, el pico, el aplanado, la disminución del incremento de afectados y las medidas a barullo. Todos sospechosos de infectados y a cascarla. No tienen ni idea de por dónde tirar, ni de cuánto durará, ni de si lo están gestionando bien o mal... Como cuando la colza, ¿te acuerdas de San Chorrof y el bichito tan pequeño que se cae de esta mesa y se mata? Lo único que les interesa es asegurarse de seguir teniendo el chupetín por el mango, cuando todo acabe. Y al precio que haga falta...” 

Lo adivinaste, he podado el párrafo de insultos, palabrotas y expresiones de mal gusto. Y mañana volverá a llamar. A la misma hora, temo.

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