domingo, 30 de junio de 2013

Fotografiando Puertas Pintorescas En Monzón

Vuelvo con la fijación por fotografiar puertas cerradas. Son fáciles de encuadrar y siempre parecen poner a salvo un misterio encerrado en un recinto, en un patio o en un almacén. Esta vez el paseo me ha llevado por el casco viejo de Monzón. De Montsó, Monte Sonoro, el sonoro silencio tras las puertas que clausuran un mayor o menor abandono. La parte antigua está algo degradada y escasean los portales que puedan considerarse de valor artístico, pero no es eso lo que me interesa esta vez. Me dedico a buscar muestras pintorescas, con ese exotismo invisible de lo cercano. La primera que encuentro es la Puerta Verde, aquella de la célebre canción de los sesenta:

“Otra noche más que no duermo,
otra noche más que se pierde,
¿qué habrá tras esa puerta verde?

 Suena alegremente un piano viejo
tras la puerta verde,
todos ríen y no sé qué pasa
tras la puerta verde,
no descansaré hasta saber qué hay
tras la puerta verde.

Toqué y cuando contestaron
dije: aquí a mí me llamaron.
Risas y enseguida me echaron.

Sólo pude ver que mucha gente allí se divertía
y que entre tanto humo todo allí se confundía.
Yo quisiera estar al otro lado de la puerta verde.

 Otra noche más que no duermo,
otra noche más que se pierde,
¿qué habrá tras esa puerta verde?,
¿qué habrá tras esa puerta verde?,
¿qué habrá?”

Los grafiteros, dados infatigablemente a emporcar toda superficie visible del pueblo, aquí han tenido un inusual acierto al poner este corazón estarcido en rosa sobre la puerta que, así, queda curiosamente decorada.

 
Aquí topé con otra misteriosa puerta verde con restos de azulete en el dintel. La parte baja del umbral está muy estropeada, aunque precisamente eso le añade encanto.

 
Uno encuentra un punto de desconfianza cuando es sorprendido en una actividad tan friki como la de andar fotografiando puertas. La reticencia de los dueños es notoria: piensan que eres un enviado del ayuntamiento (?) con la misión de certificar que aquello está en ruinas o algo parecido.
 
 
Otros propietarios o vecinos te hacen saber que si vivieras allí no le encontrarías al asunto ese sabor tan típico. Es extraño ser un turista en tu propio pueblo.


 
Si bien la mayor parte pertenecen a propiedades clausuradas o en desuso, a veces una nota de color (azul, en este caso) asalta alegremente la retina proclamando que el local está vivo, es sede de algo activo.

 
Claro, también hay puertas grandiosas, con extensas cristaleras, que proclaman su actualidad como la de este moderno polideportivo: no todo iba a ser tipismo rural.

 
De todas formas, cuando empecé esta entrada, era consciente de que había una puerta que no me podía dejar, porque es la que todo el mundo espera ver en relación con Monzón: vaya pues aquí la entrada del palacio de los Luzán.  
 
 

 

1 comentario:

  1. A mí también me encantan las puertas, Víctor (eh, hola, por cierto, toc toc, llamando a la puerta....) Son muy resultonas en foto, un cuadro dentro del cuadro siempre invita a pasar adentro. Me acaba de decir mi madre que tienes un blog por aquí, así que a la bolsa que va, me alegro mucho de localizarte, un abrazo a tí y a toda la familia que pilles por ahí cerca.

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