viernes, 7 de junio de 2013

Papá, Ven En Tren

Hoy me he desayunado con esta noticia: Renfe ha anunciado el cierre de chorropotocientos servicios de trenes de cercanías. Según El País, “el recorte de oferta de trenes afectará a 900.000 viajeros” …”y va en la línea del objetivo del Ministerio de Fomento de supresión de los trayectos y de las estaciones que se consideren ineficientes por su baja rentabilidad o escasa ocupación”. Sinceramente no me cuesta ningún esfuerzo cerrar los ojos en la modorra de la siesta e  imaginarme al preboste responsable declarando ante los medios, respecto a los viajeros afectados: “Que se jodan. Han tenido tiempo de comprarse un Audi como yo, que es más cómodo y tiene mejor tapicería que cualquier vagón. Además, si en algo estamos de acuerdo todos los que mangdamos o hemos mangdado, sin partidismos de ninguna clase, es en que el tren no es rentable, del tren no sacamos casi nada y hay que meter mucho dinero. En cambio, con la construcción de carreteras, algunos nos hemos puesto los coturnos y otros se han puesto las katiuskas, y no olvidemos que la fabricación de automóviles es la locomotora de la economía. Se me ha pasado colocar la palabra sostenibilidad, pero póngala usted donde le venga bien.”

El Zaragoza-Lérida a su paso por Selgua Station
Con la noticia, me ha venido a la memoria este eslogan paleopublicitario: “Papá, ven en tren.” Qué risa. En los tiempos de dos coches en cada garaje y miles de pueblos sin servicio ferroviario de ningún tipo, a papá le preguntan, ¿te gusta conducir? y de grado o por fuerza, papá disfruta del atasco cotidiano porque “el tren no es rentable”, mientras que un Senado con pinganillos y diecisiete parlamentos autonómicos, lo son mucho (para algunos).

La señal no miente: pasa un tren cada 120 días
No es mi intención esbozar aquí una sentida reminiscencia nostálgica del moribundo medio de transporte. Nunca lo he disfrutado en exceso. El tren que yo he conocido siempre me ha parecido lento, incómodo, sucio, impuntual, caro (si no era un borreguero) y poco fiable. Es un servicio que aquí ha pasado del subdesarrollo a la extinción sin llegar a modernizarse. Tengo que ahorrar un día para coger el AVE y ver si cambio de opinión, porque imagino que los señoritos y los ejecutivos serán más exigentes que la chusma de la que formo parte como viajero. Eso sí, Monzón-Río Cinca, la estación de tren que tengo cerca de mi casa, veía pasar doce o catorce trenes en cada dirección hace treinta años, ahora pasan tres y amenazan ya, con suprimir uno… Papá, ven como puedas.

Parece de época colonial, pero es de hoy
No conduzco, así que he tenido siempre que morir al palo del transporte público. Cruel destino en este país tan hipermotorizado por una parte, y tan hiperatrasado por otra. El tren no me ha servido nunca jamás para ir al trabajo: o vives en las cercanías de una de las cinco o seis ciudades más grandes del país, o que te den. Los autobuses son un poco menos peores, pero tampoco creas que hay servicio de autobús para ir a todas partes, amiguito: vivo en un pueblo de diecisiete mil habitantes y si quiero ir a la capital de mi autonomía a hacer una gestión administrativa o académica o, simplemente, a contemplar cómo es el entorrrno donde sus señorías se tocan el nabo (o el higo), pues tengo que hacer un transbordo a mitad de camino ¡Y tampoco está tan lejos! Señor, qué cruz. Total que solo quedamos como usuarios del transporte público los bulliciosos y sufridos estudiantes, ancianos achacosos que se dirigen resignados a los distintos puntos de atención sanitaria, inmigrantes de países que antes se llamaban del tercer mundo y ahora países emergentes, que deben encontrarse con un servicio que les resultará muy familiar y yo. Lo digo recién aterrizado de un autobús, aún no me he desenrollado las piernas de las orejas.

Un púlpito para predicar
las excelencias del tren
He repensado lo del tren: vale más un servicio malo y pobre que su absoluta carencia. De crío viajé mucho de Jaca a Zaragoza (costaba cinco horas y media y era tremendo, venían viajeros franceses a hacer turismo exótico y de aventura avant la lettre, lo juro). Y es que el “Canfranero” era mítico. Si ibas a Francia, partiendo de Jaca, costaba el mismo tiempo llegar hasta Pau (150 km. más o  menos), que de Pau a Paris por Burdeos (casi mil km.). Y este es un viaje que he hecho en alguna ocasión, pues mis abuelos paternos vivían exiliados por allá arriba. En aquella época entrabas en Francia y era como viajar en el tiempo. Veinte años al futuro o así. Entonces, como todos los niños, adoraba los trenes, tenían algo mágico… Mis nietos se lo perderán. 
 
Una estación en medio de ninguna parte
  
Enterrados bajo los escombros yacen algunos viajeros
a los que no se avisó de que el servicio había sido interrumpido
Observarás que en ninguna foto sale ningún tren: y es que los han suprimido.

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