martes, 4 de febrero de 2014

El Peso De La Rima En La Sabiduría Popular

Me he estado ennegreciendo las uñas con un polvoriento ejemplar del Diccionario de Refranes de José Mª Sbarbi. Me he divertido como un duende con los miles de dichos que trae, ordenados alfabéticamente por palabras clave. La mayoría son sentencias populares rimadas, de las que copio unas pocas, si no, no acabaría en meses.
 
 
Primero busqué los de febrero:
En febrero se hiela el agua en el puchero.
Febrero, mes corto, un día peor que otro.
Febrerillo el loco no pasó de veintiocho; sacó su padre al sol, y después lo apedreó.

Con éste, me sentí retratado:
Muchos ajos en un mortero, mal los maja un majadero.

Otros hablan de la actualidad política:
Administrador que administra y enfermo que se enjuaga, algo traga.

O de los que se van al otro barrio:
¡Adiós, Toledo; tú te vas y yo me quedo! (Bonita despedida)
Más vale oler vivo a mierda, que muerto a incienso y a cera. (Sabia reflexión).

La opinión popular sobre los hombres de iglesia es algo intemporal, por lo que veo:
Al fraile y al cochino, no le enseñes el camino.
El abad y el gorrión, dos malas aves son.

Observo que la rima, casi siempre, guía y condiciona al pensamiento. Si en español, por ejemplo, culo rimara con juez, habría todo un repertorio filosófico popular de apreciación y evaluación de la justicia.

 
Mi amigo el Resentido es muy aficionado a los dicharachos rimados. Hoy me ha soltado éste que, en su aparente sencillez, encierra una concepción sociológica propia de la clase media laica. Lo transcribo aquí para no perderlo y es, junto con el Diccionario de Refranes reencontrado, lo que me ha impulsado a recopilar esta veleidosa entrada, con altísimas dosis de frivolidad:

No te fíes de los ricos
y a los pobres no les des,
ni hagas caso de los curas
que te joderán los tres.

Este serventesio puede tener su gracia, entonado con la dosis adecuada de garrulería y recalcando que las palabras finales de cada verso son (incorrecta pero eficazmente) llanas:

En tiempos de los apostóles,
los hombres eran barbáros,
se subían a los arbóles
y se comían a los pajáros.

En cuanto a este concienzudo dicho, hace referencia a mi pueblo. Rústico pero no zafio, atesora una locuaz musicalidad:

Cómo campa Villacampa
por los llanos de Aragón:
de Monzón a Tamarite,
de Tamarite a Monzón.
Y si el tiempo lo permite,
otra vez a Tamarite.

 
Por su parte, la copla es inabarcable. Copio aquí dos, aptas para cantar como jotas. Los versos pares riman en consonante:

En mi pueblo los Toribios,
los Juanes y los Marianos,
cuando se lavan la cara
suelen mojarse las manos.

O, más habitualmente, en asonante:

Llevé al chico a Zaragoza
pa que eligiera un oficio
y ninguno le gustaba,
hasta que vio al arzobispo.

Salud y sonrisas.

 

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