sábado, 17 de enero de 2015

Dos Minutos De Odio 3. El Esperado Sepelio De Bolinaga

Veintinueve meses después de ser puesto en libertad, con motivo de su muerte inminente por enfermedad terminal, el ciudadano vasco Josu Uribetxeberria Bolinaga ha fallecido en la intimidad de su domicilio de Mondragón. Que la tierra le sea leve (y que los suyos se apiaden de su alma).

Las historias de buenos y malos son privativas del cine del oeste o de la película “La fuga de Segovia”, donde los etarras que se escapan del trullo son “los buenos” y los guardiaciviles a los que matan en su huida, “los malos”. En la vida real, los malos no son tales, se trata simplemente de personas con motivaciones e ideales diferentes de los nuestros. Esta muerte tan esperada por “víctimas” y “verdugos” nos pone de relieve el asunto: depende de qué lado del conflicto te haya adjudicado el destino. Como en Antígona.

 
Si estás aguardando el advenimiento de Euskal Herria, el finado es un caído ejemplar, un valeroso gudari que se ha dejado el pellejo luchando contra el Estado opresor. Tienes la ventaja de que puedes exteriorizar tu duelo con la mayor dignidad y proponer que al fallecido le bailen el aurresku en la plaza de tu pueblo o que pongan su nombre a una calle. Monseñor Setién, por otra parte, le estará aguardando a la derecha del Padre, para guiarle por el paraíso de los abertzales, donde la puntería de los bienaventurados y su destreza con los detonadores y explosivos es infinita.

Si eres un españolista, un constitucionalista o, simplemente como yo, uno de un pueblo donde los terroristas asesinaron a un librero, se te exige mayor compostura y grandeza de ánimo: no puedes exteriorizar tu alegría, aunque pienses que la defunción de un bicharraco de este calibre es un homenaje que la naturaleza se da a sí misma. Así que no digas que estás como los gusanos de contento, porque te expones a ser tildado de vengativo, intransigente y rencoroso.

Hasta el autodenominado Estado de Derecho tiene una tendencia a ser más comprensivo y magnánimo con los verdugos que con las víctimas. Sus magistrados, a éste gudari/asesino, Código Penal en mano, lo condenaron a ¡224 años de cárcel! Las decisiones de la justicia son, para los legos en Derecho Penal como yo, un tanto desconcertantes, usaría un calificativo más fuerte si creyera en la libertad de expresión, pero voy a dejarlo en “desconcertantes” ¿Quién puede tirarse 224 años en la cárcel? Y si el máximo efectivo es, según creo, 30, ¿qué más da 224 que, puestos a hacer el ridículo, 300.000? Porque a este criminal/abertzale, que estuvo en realidad 15 años en la hucha, antes de que lo soltaran porque estaba malito, el Estado opresor le ha perdonado el 93 % de la pena. Que saque cuentas cualquier ciudadano ejemplar, por ver si a él se le trata tan bien cuando, por ejemplo, le ponen una multa.

 
Por mi parte y, aunque nadie me lo ha pedido, voy a dejar mi fingida equidistancia y voy a tomar posición: si en la “Historia Universal de la Infamia” de Borges cupiera la referencia a seres tan mediocres, éste podría protagonizar uno de sus capítulos.

Confío en que el IVA que pago en mis cervezas, debido a la autonomía fiscal que contempla el Concierto vasco, no haya servido para financiar sus cuidados paliativos.

Hasta pronto, espero. No creo que nos veamos en La Tuerka.

 

2 comentarios:

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  2. Descansen en paz... los que ya no tengan que padecer a este inútil.

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