martes, 12 de mayo de 2015

Del Plan De Estanys Al Portillón De Benasque


 
O eso hubiéramos querido. Salimos este último domingo, de buena mañana, con la previsión de “sol y buen tiempo” (como en la canción de Kortatu), ¿quién se iba a imaginar, a la altura del 10 de mayo, semejante paquetón de nieve? “Hasta el 40 de mayo, no te quites el sayo” y “año de nieves, año de bienes”, implora la sabiduría popular, pero a nosotros nos pilló desprevenidos y ¡ay! no llevábamos el equipo apropiado, ni la motivación necesaria, para transitar por la nieve. Es lo que nos pasa a los domingueros y nos quedamos a las puertas del Portillón, valga el pleonasmo, o la redundancia…

 
La pena sí que valió, al menos para un servidor que, poco dotado para el deporte blanco, transita esta zona en verano cuando, sin estar exactamente seca, no exhibe esta sólida lujosidad acuática. Así que, pese a no haber alcanzado el objetivo, se da por bien empleado el esfuerzo. Fue un buen intento, aun teniendo que cargar con un inválido, léase “muá”.

 
Nos quedamos, según se aprecia, en el rellano donde, si no hubiera nieve, hubiéramos visto los cimientos ruinosos de lo que llamaban “Casa Cabellut”, pero lo que más atrae la atención, en la imagen, es lo esbelto que se ve el Pico Salvaguardia, fronterizo con la Francia.

 
Y al otro lado, casi enteramente blancas y radiantes (como la novia de la canción), las Maladetas, las alturas más elevadas de los Pirineos, con el Aneto jugando de extremo izquierda. Y no. No voy a decir “espectacular” (odio esa palabra y 11 más).

 
Había esquiadores, de esos que no se conforman con las pistas, aprovechando, según sus propias palabras, “el último fin de semana practicable de la temporada”; otros llevaban ese vistoso monopatín aeronival, con el que siempre los imagino cercenando piernas y ligando con la Felicity Jones de “Chalet Girl”. (Pregunta sociológica: ¿por qué, en el cine reciente, se ruedan tantas versiones de la Cenicienta?)

Volviendo a nuestra fallida pero reconfortante excursión, me traje unas decenas de fotos (casi todas de defectuosa exposición) de la nieve. Aunque las que más me gustó hacer fueron las del punto de partida, las del Plan de Estanys. Me explico: “Estanys” significa, tanto en catalán como en lapao mandarín, estanques o lagunas y yo, en verano no había visto jamás por allí ni una triste charca, en todo caso, un terreno empantanadillo, o unos prados rezumantes… Cuál no sería mi sorpresa al toparme, sin duda motivado por las generosas nevadas, con un encantador laguito que parecía importado de Canadá. Y más arriba, con otro. Plan de Estanys, llano de los estanques efectivamente, ahí lo tienes: la toponimia no miente.

 

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