miércoles, 27 de mayo de 2015

Miguel Labordeta - Retrospectivo Existente

En la película de François Truffaut Fahrenheit 451 (el libro de Ray Bradbury, desearía no morirme sin haberlo leído), vemos en un primoroso blanco y negro, una sociedad totalitaria donde los libros están prohibidos. Algunos disidentes salvan los textos de la persecución y la quema definitiva, aprendiéndolos de memoria. Y de esta manera, los libros perviven en ellos. Una utopía negativa al viejo estilo, vaya, porque en el totalitarismo que, medio nos aguarda, medio nos invade ya, los libros no son una amenaza y no se prohíben: simplemente se imbuye en las masas que leer es una estupidez y una pérdida de tiempo, habiendo entretenimientos más interactivos que da menos pereza abordar y que aburren menos, ¿verdad?

Yo no tengo ya, pobre de mí, retentiva para almacenar un texto largo: me tendría que conformar con un poema, en el supuesto de que me uniera a ese grupo de “resistentes” de las letras, los que declaman al final de la película.

Si solo pudiera recordar un poema, me gustaría que fuera éste.

 
RETROSPECTIVO EXISTENTE

Me registro los bolsillos desiertos
para saber dónde fueron aquellos sueños.
Invado las estancias vacías
para recoger mis palabras tan lejanamente idas.
Saqueo aparadores antiguos,
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quién fui yo.

 
 Aquellas canciones que tanto amaba
no me explican dónde fueron mis minutos,
y aunque torturo los espejos
con peinados de quince años,
con miradas podridas de cinco años
o quizá de muerto,
nadie, nadie me dice dónde estuvo mi voz
ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía
esculpida en presurosos desayunos,
en jolgorios de aulas y pelotas de trapo,
mientras los otoños sedimentaban
de pálidas sangres
las bodegas del Ebro.

 
 ¿En qué escondidos armarios
guardan los subterráneos ángeles
nuestros restos de nieve nocturna atormentada?
¿Por qué vertientes terribles se despeñan
los corazones de los viejos relojes parados?
¿Dónde encontraremos todo aquello
que éramos en las tardes de los sábados,
cuando el violento secreto de la Vida
era tan sólo
una dulce campana enamorada?
Pues yo registro los bolsillos desiertos
y no encuentro ni un solo minuto mío,
ni una sola mirada en los espejos
que me diga quién fui yo.

En este vídeo, un notable prócer de mis paisanos habla de un gran artista plástico y dse un gran poeta. Ha sido visionado en YouTube ¡algo menos de 40 veces! Ray Bradbury era un optimista: muy pronto ya nadie será capaz de, o tendrá el menor interés en, aprender ni el título de un libro clásico.


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