martes, 6 de diciembre de 2016

A Propósito De Schmidt - Alexander Payne

A propósito de Schmidt (About Schmidt, 2002) dirigida por Alexander Payne (Entre Copas, Los descendientes, Nebraska) es una película que de ningún modo deberías descartar si te gustan las películas “de autor”, el drama norteamericano, o simplemente el buen cine. 

Si además estás en la edad de los “sesenta y tantos” anticipando las tranquilas delicias de la jubilación, o la tienes reciente y la has empezado a “disfrutar”, sería imperdonable que te perdieras esta ácida reflexión sobre el balance de una existencia humana. Además asistirás a una de las más conmovedoras interpretaciones del “feo” e “inexpresivo” Jack Nicholson que, en una película a su medida, completa un trabajo como protagonista soberbio (y temo quedarme corto). 

El filme pasó en España un tanto desapercibido (6’4 en Filmaffinity), y Nicholson hace un trabajo, por ejemplo, superior al de “Mejor... imposible” (7’6), cuyo éxito aquí fue muy grande.


Presenciamos un comienzo desgarrador, este calificativo no lo repetiré más porque es el que podría etiquetar todas las fases de la película, con lo que me reiteraría de modo insoportable: Warren Schmidt es un directivo de una compañía de seguros, Woodmen, que asiste a su cena de jubilación en Omaha. 

Clase media del medio oeste, relativamente acomodada, por todos los lados, discursos de despedida, ignoro si de verdad los americanos tienen tanta facilidad y tanta afición para hablar en público como muestra su cinematografía... Un gran hombre y un gran ejemplo, por aquí, nunca te olvidaremos, por allá, y a la puta calle. Cuando Schmidt vuelve de visita a la oficina (“pásate cuando quieras”), su sucesor ha destinado al contenedor de basura todos sus archivos, todos sus papeles, toda su vida laboral. 

En un solo encuadre, Warren ve toda su carrera declarada obsoleta. ¿A qué dedicarse ahora? ¿Crucigramas? ¿Apadrinar un niño del Tercer Mundo?


Bueno, le queda la paz y tranquilidad de su vida doméstica: su hija Jeannie, que trabaja en Denver se va a casar; su esposa Helen ha comprado una autocaravana “Adventure”, un vehículo ostentoso y casi tan grande como un petrolero, con el que se supone que van a iniciar una vida nómada con todas las comodidades de los pensionistas pudientes. 



Pero, ay, Helen, una esposa diligente, alma mater del hogar, ama de casa al viejo estilo, a la que le gusta coleccionar figuras de Hummel y otras chufas ornamentales, fallece súbitamente por un coágulo en el cerebro... Nuestro hombre es ahora jubilado y viudo. Y, desde luego, su hija Jeannie no quiere hacerse cargo de él (“mamá fue tu sirvienta”, “ahora tendrás que arreglártelas solo”).


“Querido Ndugu:”Efectivamente, Warren ha apadrinado a un niño de Tanzania y le tiene que enviar al mes 22 $ y una carta de contenido personal. Y aquí llegamos a lo mejor de la película: en las cartas a Ndugu, Warren da rienda suelta a su subjetividad. 


Le detalla, supuestamente al pobre niño, los pormenores y las inquietudes de su larga existencia, con un sesgo que trata de ocultar que es un ser egoísta, maniático y cicatero. Nosotros asistimos al fraude y, contra más miserable, gris e hipócrita es el personaje, mayor ternura, comprensión y afinidad nos despierta. Caemos en la trampa de compadecer al villano mediocre y fariseo que es nuestro espejo. Así, el discurso epistolar de Warren Schmidt evidencia las que se han llamado “las virtudes de la confesión”. Impresionante.



Porque además no va a poder resolver su verdadero conflicto: su única hija se va a casar y su futuro yerno, Randall, es un mindundi, un papanatas, una versión hortera del antiguo hippie, un tipo que vende camas de agua, un inútil que “pica” en el timo de la pirámide, un cursi con coleta que, cuando viene a verle con motivo de la muerte de Helen, le recomienda a Warren el libro “Cuando a los buenos les pasan cosas malas” (con cuaderno de ejercicios). 



Por no hablar de su madre Roberta (la consuegra) y el resto de la familia política. Un desclasamiento, hacia abajo, de su hija Jeannie, en toda regla. Y lo curioso, lo que hace a la película grande, es que este elenco de personajes, al borde del ridículo, son tratados con menos sarcasmo que cariño, con menos escarnio que cordialidad. El humor es tan corrosivo como redentor.


En la no muy gloriosa odisea, de Omaha a Denver y viceversa, Warren sufre una transformación parcial. ¿Al ver su casa natal convertida en una tienda de neumáticos? ¿Al visitar su antigua universidad, donde tuvo años atrás el sueño de que sería alguien “especial”? ¿Al compararse, en un museo, con los pioneros que construyeron su país? (“Los cobardes nunca lo intentaron, los débiles murieron en el camino, sólo los fuertes llegaron, fueron los pioneros”, una referencia demasiado exigente, ¿no?) 



Entonces se pregunta, literalmente, “¿qué huella he conseguido dejar yo? ¿En qué he contribuido a mejorar el mundo?” Antes de ser alcanzado por la certidumbre de la futilidad de nuestros esfuerzos...

Y solo resta el final de la película, con su devastadora iluminación: uno de los finales más emocionantes (en su reconfortante simplicidad) que me es dado recordar.


Muy austera en fotografía y montaje, planos medios y cortos en los momentos de mucho hablar y mucho reflexionar, largos silencios y secuencias lentas. Planos largos muy abiertos en las impresionantes secuencias de un solitario viaje... Correspondencia tonal entre fotografía y narración: momentos grises, momentos pastel, momentos cálidos. Una partitura escueta, subrayada por Satie en las tomas más paisajísticas. 


En resumen, el aspecto técnico es tan impecable que parece no existir. Todo está al servicio de la interpretación de Mr. Nicholson.


Que, como queda dicho, se sobra.



3 comentarios:

  1. Estupendo blog. Tiene algo de aquellas misceláneas renacentistas, silva intrincada de varia lección, jardín de flores curiosas.

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    1. Sí, gracias, eso es lo que se pretende, abarcar mucho y apretar poco, aunque con tal variedad (un tanto pueril) me acaba entrando complejo de Enciclopedia Álvarez (intuitiva, didáctica, práctica).

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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