miércoles, 11 de marzo de 2015

Un Poema De Amor Reciente

Hace tres días, pese a los desvelos de los medios, se me pasó por alto el “Día de la Mujer Trabajadora”. Hoy caigo en la cuenta, al pensar que convivo con una mujer (o esposa) trabajadora, a la que no felicité, no invité siquiera a merendar y no regalé un mal frasco de mermelada ecológica. Dice, en un libro que estoy leyendo (“Canadá” de Richard Ford), que si estás enamorado de alguien es “la persona que te mantiene vivo”. Como no puedo estar más de acuerdo y, a fin de remediar el descuido de la omitida celebración, me siento a escribir un poema. Tras tanto tiempo, he perdido la práctica y las musas, como de costumbre, están con Alejandro Sanz, así que me tendré que apañar, como pueda, yo sólo.


Varias horas y muchas hojas rotas después, me ha salido un soneto (no sé hacer otra cosa), lo voy a poner aquí porque considero de cierto mérito intentar un poema de amor a estas alturas, con las bodas de plata ya cumplidas. No se me ha ocurrido ningún título. (ni argumento. Los sonetos de amor sólo sirven para decir que estás enamorado: carecen de planteamiento, nudo y desenlace). Así que ahí va:


Me atrevo a declararte, tributario,
que te amo con sereno desconsuelo,
corvas y hombros hundidos bajo el cielo
y, a punto de abismarme en el terrario,

aún alzo la cabeza, medio lelo,
y murmuro muy quedo, fiel sicario,
por ti mi más rendido abecedario
que adorna la extensión fértil del celo.

Con sendas de cristal, con playas huecas,
cuando desaparezco en las Batuecas
por esos vericuetos tan extraños,

con letras que se agregan a tus notas,
con hojas que se adhieren a tus botas
y así te llevo amando treinta años.


No suelo transitar en estas entradas por territorios tan personales, así que espero que un eventual lector no interprete nada en especial, es sólo lírica, un tanto desmañada. La adorno con fotos de la flor de almendro que me sobraron ayer, para dar un contrapunto menos otoñal.

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