domingo, 1 de marzo de 2015

Panorámicas Del Somontano

Situados en la localidad de Barbastro, partiendo de una cruz en el llamado barrio de santa Bárbara, tomamos un camino (el de la izquierda de los que de allí parten), que conduce al monasterio del Pueyo, casi sin pérdida posible, atravesando primero los depósitos de agua que abastecen la ciudad, luego la acequia de Selgua y transitando, a continuación, por un paisaje campestre bastante ondulado, con olivos, encinas (aquí "carrascas"), viñas y algún almendro, hasta llegar a un collado que pone Barbastro abajo a nuestra espalda y el propio monasterio arriba frente a nosotros.


El tramo final es por un ramal asfaltado de la N-240, empinado y breve, que nos da acceso al imponente edificio, cuya iglesia se puede visitar, solos o bajo la amable guía de algún padre claretiano, y donde antes había un restaurante que, bueno al principio, fue languideciendo hasta desaparecer. Así que para reponer fuerzas hay que llevar víveres (o llegar en coche hasta arriba, con lo cual la excursión, ay, se esfuma, y su encanto “se enturbia y desaparece”).


El paseo, agradable en extremo, nos ha llevado de Barbastro al Pueyo en algo menos de hora y media. Cuando dejamos de resoplar a causa de la cuesta final, lo más llamativo es la enorme cantidad de terreno que se domina desde aquella cima (“todo esto te daré, si postrado me adorases”, podría decir el demonio), en una altura más prominente que elevada, se nos permite otear toda la extensa comarca del Somontano, que aparece en una visión circular cuando se rodea el monasterio. Por el sur se funde con una mansa llanura inabarcable; por el norte, en ondulaciones cada vez más pronunciadas, se acerca a cumbres muy notables del Pirineo, siendo Cotiella y El Turbón las más visibles y cercanas.


Apetece subir un día a fotografiar un paisaje tan dilatado, aunque tropezamos con el inconveniente característico de estas tierras y de muchas otras: si el día es soleado, hace bueno y la atmósfera está quieta, la calima no nos deja ver más allá de unos pocos kilómetros. ¿Y cuándo hay buena visibilidad? Pues cuando hace un viento que se te lleva las cejas. Ajo y agua. El día que subimos se atisbaba algún pequeño foco de temporal sobre los Pirineos, con lo que “hacía un poco de aire”, como dicen aquí, y la transparencia de la atmósfera era aceptable. Así que me alegré de haber acarreado la corpulenta Pentax K5 y me puse a tomar fotografías de extensas panorámicas. Helas aquí:
Lo que me motivó de algunas, fue su calidad pictórica. Poco más y hubiera pensado que eran  acuarelas:




Y en otras, atisbamos una inconcebible extensión de terreno. Cuando haces click para agrandar, en un monitor panorámico, te puedes entretener con una gran cantidad de detalles ("El mapa y el territorio").
Vemos la azulada y densa sombra de las nubes, tamizando la luz en los campos:




La localidad de Barbastro, llamada casi cariñosamente, la "ciudad del barranqué":


 Los pueblos, en la lejanía, al pie de los montes, de ahí "Somontano":


Al fondo a la izquierda, el pueblo de Salas Altas, coronado por su ermita:


Por un lado, se va fundiendo el paisaje en llanuras bajas:



Y por el otro, hacia el norte, las ondulaciones del terreno se van elevando y los pueblos se encaraman a las sierras prepirenaicas:






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