viernes, 20 de mayo de 2016

Vuelve La Fiesta De La Banderita

Pues sí, pesaditos. Bienvenidos todos a la cita que más nos excita. Excelente maniobra la de aproximarse a la deseada emancipación a fuerza de ser cargante, desabrido, engorroso, mortificante e impopular con los que te oprimen: así, cuando te liberes, se liberarán ellos de un agobio tan insufrible como recurrente. Bien urdido, colegas estrategas, solo que enfrente no hay nadie (algún juez con la tripita suelta y pare usted de contar).

Me consolaré con un chiste muy bueno: va el equipo H, a jugar a un estadio extranjero, pongamos que de uno de estos califatos de moda y, al saltar al césped, advierten que todos los espectadores van armados con escopetas y fusiles de asalto… Llaman al delegado de campo y le piden explicaciones. El delegado les tranquiliza: “no se preocupen, es costumbre aquí, cuando el equipo local marca un gol, lo celebran disparando salvas al aire”. El capitán de los visitantes no las tiene todas consigo: “ya, pero ¿y cuando marca el equipo de fuera?” A lo que contesta el delegado: “pues no lo sabemos, todavía no se ha dado el caso”.



Vuelve el aquelarre de todas las temporadas. Contaminado con la sacrosanta letanía de la libertad de expresión y el respeto a los sentimientos de un pueblo. Ah, y el cortés miramiento con los que defienden su identidad amenazada por el macabro reino visigodo. Claro que sí, puede ir usted al estadio a exhibir, si lo desea, la bandera escocesa, la estelada, la de la confederación sudista, la del imperio austrohúngaro, la Reichskriegsflagge, el águila romana, la enseña preconstitucional y la republicana ¿O me equivoco?



Pero uno ya se siente fatigado de que los derechos a respetar sean siempre los de los mismos: los de aquellos que son lo suficientemente obsesivos, plastas y querulantes para imponer a todos los demás la ubicua presencia de sus cansinos pitos y de sus insufribles flautas. El president de la república catalana y la alcaldesa de Barcelona, habiendo recibido de sus cohibidos vasallos la satisfacción que ellos creen merecer, podrán posar, uno su refinado tupé y la otra sus orondas nalgas, encumbrados por la displicencia que atesoran, en el palco del Vicente Calderón y solazarse con la reivindicación volcánico-balcánica, seguida del previsible triunfo de su equipo.



Y a los que les incomode, una vez más, la escenificación de la rechifla de nuestros desahogados vecinos y ver las gradas repletas de símbolos identitarios extradeportivos, que se jodan y que no vean el partido.


Bueno, pues así lo haremos.


 Si te respetas, apaga. Blackout for Respect. Pásalo.

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