miércoles, 18 de febrero de 2015

Paisajes, De La Fotografía Al Lienzo

Cuando tenía quince años y cursaba sexto de bachillerato en el instituto de Jaca, una asignatura de las comunes, ahora no recuerdo si se llamaba historia del Arte Universal o Historia Universal del Arte, me hizo concebir una de las ideas más disparatadas que he tenido en mi vida. Tras rumiarla un rato, me dirigí a la cocina y dije: “Madre, quiero ser artista.” “¿Cómo Marisol y Rocío Durcal? Pero hijo, si además de que no sabes cantar, eres feúcho y llevas unas gafas de culo de vaso que no habrá cámara que pueda disimular.” “No madre, no me refiero a los artistas de la canción o de la pantalla, yo quiero ser pintor, como Van Gogh, Cezanne o Gauguin.” “No sé quiénes son esos, ¿van a tu clase?” “No. Me refiero a unos artistas célebres que fueron bohemios y pintaban cuadros.”

Cuadro de una postal de Laspuña
 
Mi madre quiso disuadirme, porque entonces era ya cosa sabida que ese tipo de artistas se morían de hambre. En cambio, mis amigos de aquel tiempo despreocupado y feliz, me animaron con el siguiente argumento: “Si Beethoven que era casi completamente sordo, componía una música maravillosa y sublime, tú que eres casi completamente ciego, partes con mucha ventaja para ser un genio de la pintura, ¿o no?”

Bueno pues dicho y hecho: me compré un caballete de madera, un par de lienzos con bastidor marca Taker, unos pinceles y espátulas económicos, una paleta rectangular de madera y un surtido de tubos de pintura al óleo marca Ticiano, que eran los más baratos que encontré en una maravillosa tienda de Jaca, que se llamaba Rufas y que, según creo, tras su desaparición fue trasladada intacta al callejón Diagon, al mundo mágico de la saga Harry Potter.

Cuadro de una postal de Bielsa
 
Como, sin ser consciente de ello, estaba dotado con un talento plástico muy limitado y no tenía ni idea, por aquél entonces, de lo que era el arte (luego lo aprendí: consiste en pasar muchísimo frío), mis primeros tanteos fueron un tanto mamarráchidas. Hacía arte naïf sin saberlo, qué cosas. Al final, me instalé en la paisajística, estudié los amenos manuales de Parramón y practiqué copiando cuanta reproducción, postal, lámina o calendario caía en mis manos. Probé lo de pintar del natural, pero vivo en una tierra donde hace muchísimo viento, y caballete, lienzos y demás enseres salían volando a menudo, mientras mis reniegos abochornaban a pastores, labriegos y carreteros, que se ruborizaban al oír determinadas expresiones…

Foto del Cinca cerca de Monzón
 
Cuadro del Cinca cerca de Monzón
 
El caso es que tomé la costumbre de hacer una fotografía cuando un paisaje me decía algo. Luego, en casa, tranquilamente, reinterpretaba la toma y pintaba sin desmayo. Hoy me he dado de bruces con dos más de esas viejas fotos que se transmutaron en obra pictórica. Qué tiempos.

Antes de abandonarlo por completo, hice, con uno y otro colega, alguna exposición, no del todo catastrófica que, estás avisado, amenazo con traer en un futuro cercano a esta página. Lo dejé, sin excesiva amargura, cuando me di cuenta de que ni con el más intenso trabajo se suple la carencia de talento.
 
Foto del Pino de Binaced
 
Cuadro del Pino de Binaced
donado al Ayuntamiento de Monzón
 
 

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