jueves, 5 de noviembre de 2015

Diarios De Un Francotirador. Mis Desayunos Con Ella - Albert Boadella

Según cuentan de antiguos (y sabios) monarcas, estos solían procurarse un ingenioso bufón, no tanto para combatir el aburrimiento en una época anterior a Antena 3, como para que, amparado en las burlas y las bromas, el bufón se atreviera a decirle al rey lo que corría de boca en boca de sus maliciosos súbditos y que nadie osaba expresar en presencia del soberano.

Los actuales regímenes políticos, en cambio, se consagran a la ignorancia y ninguneo, cuando no a la represión de las gracias del bufón, particularmente de aquellas que consideran “políticamente incorrectas” o “contrarias a los sentimientos” de las mayorías que dicen representar y encarnar. Malos tiempos para la comedia ya que, una de dos, o los cómicos han de dedicarse a lo chocarrero apelando al humor chabacano de toda la vida, o tienen que halagar al comisariado que los subvenciona y amamanta, pasando a ejercer de aduladores, propagandistas y “concienciadores” en unas representaciones donde, como dice nuestro autor, “la secta se ríe de los que no están en el teatro. Una operación que no necesita coraje alguno.”

El decano de los bufones del reino, el ilustre Albert Boadella, ha publicado éste “Diarios de un francotirador: mis desayunos con ella”, perpetrando en él un libro divertidísimo, con unas saludables dosis de mala leche. Un libro que disgustará a muchos, que demostrarán lo selectivo de su “memoria histórica” preguntando “¿quién es este Boadella?”, otros en cambio lamentarán que la libertad de expresión mal entendida permita “que se publiquen cosas así”, demostrando (si hiciera falta) lo muy cerca que están de los que lo enchironaron a raíz de las representaciones de “La Torna” (1977) y es que las personas y los bandos cambian, pero el argumento de Antígona es el mismo hace 2500 años.

La obra adopta la forma de un diario, que abarca entre julio de 2009 y abril de 2012. No hay 800 y pico anotaciones, porque se omiten muchas fechas: los compromisos del autor y director teatral parecen imponerle una escritura a salto de mata. La estructura de los “capítulos” es casi siempre la misma: el autor y protagonista desayuna con su esposa Dolors y hablan de la actualidad, donde ella impone un cierto sentido común y comedimiento. A continuación, Boadella se despacha a gusto sobre todo lo divino y lo humano, con una escritura incisiva, ácida y, en ocasiones, gamberra, con perlas como: “…como decía el admirado y malogrado cronista Juan Manuel Gozalo, refiriéndose a los corredores de Fórmula 1, ¡que se maten, que para eso cobran!” o cuando, a propósito de determinado tema, anuncia “Hablaré de ello cuando me dé la gana.”

 
¿Y cuáles son los temas que el ilustre cómico desgrana?... Pues muy variados, aunque, de forma recurrente, se imponen cuatro, a saber:

1. Tauromaquia vs. animalismo. Aquí se explaya con denuedo, de modo que al niño: “Nada de proporcionarle las aberrantes cursiladas de animalitos que hablan y tienen los mismos sentimientos que las personas. El pequeño debería distinguir enseguida la diferencia entre un sapo y papá. De otra forma, se convertirá en un gilipollas más de los que acuden los domingos a protestar delante de las plazas de toros.” y más adelante habla de “la masa de pirados que andan siempre persiguiendo asuntos para practicar su intolerancia.”

2. Su larga ejecutoria como hombre de teatro, director de Els Joglars y “subordinado” de Esperanza Aguirre en los Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid. Todo lo cual lo resume en éste “intento cuestionar la moda y la moral del momento a golpe de corazonada, lo cual considero mi obligación profesional.”

3. El Arte Contemporáneo como estafa para bobos que desean hacerse pasar por bobos ilustrados. Aquí las sarcásticas diatribas contra ARCO, Tàpies, Miró y los artistas plásticos de las variopintas vanguardias u otras variantes de la nada, le llevan invariablemente al cuento “El traje nuevo del emperador” (donde hay que ser un niño, para advertir que va desnudo).

Y 4. Sí, llegamos al tema de la abducción catalana y, como era de esperar, aquí se despacha a gusto con las multitudes de la nueva Plaza de Oriente y sus melifluos y sibilinos caudillos:

 
“Sentirse o no español, más allá del DNI, forma parte de la voluntad personal y de la época que a uno le toca vivir. Pertenecer a esta nación durante la dictadura no me complacía especialmente, hubiera preferido ser congoleño. Después de la Constitución del 78 se ha convertido en una condición mucho más agradable, sobre todo cuando, por afirmarlo, te ganas el odio de la España más reaccionaria. Me refiero a la España negra de los nacionalismos periféricos, que representan todavía los últimos vestigios sentimentales del franquismo.”

“… las formas de nacionalismo regional que estamos viviendo son lo más parecido al nacionalismo español que nos tocó soportar durante la dictadura.”

“Profusión de banderas y escudos en todas partes, exaltación de la simbología patriótica en imágenes y sonido, enaltecimiento de rasgos diferenciales, imposición de una lengua, amparo al régimen por parte de los estamentos religiosos, división entre afines a la causa y traidores a las esencias, manipulación de la historia, corrupción con encubrimiento étnico y profusión de medios de comunicación adictos al movimiento.”

 Y todo para “…ejecutar la política de limpieza étnica en su versión de chicha y nabo.”

 
“…la cretinización y el resentimiento han usurpado la voz de una comunidad, cuya subordinación general a las consignas del régimen sorprende a propios y extraños…”

“Son inasequibles al desaliento, al documento... ¡y al argumento!”

Y no te pierdas la divertidísima parte donde se sincroniza una actuación del Orfeó Català en el Palau con la detención y confesión de Millet… Tan hilarante como antológico.

La brutal carga burlesca de este libro, más que recomendable si te interesan las artes plásticas, los toros, el teatro, la política, la sociedad actual, la educación y otras hierbas, se atempera con la vida doméstica (en los desayunos…) y aquí es donde la obra pierde un poco de gancho para mi gusto: por un lado, como decía Tolstoi, la gente feliz carece de historia y, por otro, los refinamientos de un burgués bon vivant, en tiempos de crisis, pueden ser un acicate para la envidia que compartimos con el grueso de mis paisanos.

Es una pena que la señora Forcadell ande tan ocupada y no pueda disfrutar de semejante regalo para cualquier lector. En fin, ella se lo pierde.
 

1 comentario: