viernes, 30 de noviembre de 2012

We Are The (Happy) Robots


Kraftwerk. Los indiscutibles maestros de la música hecha con máquinas. Ésta es la referencia cuando me pongo a fabricar música con el ordenador. Ellos, en su momento de mayor esplendor, allá a finales de los años 70, no tenían los medios de los que cualquier aficionado a los ruidos electrónicos dispone hoy en día para programar secuencias. Claro que tenían buenas (y caras) máquinas analógicas y lo demás lo suplían con creatividad, inspiración, talento, imaginación y una enorme facilidad para los motivos musicales simples y efectivos. De Bob Dylan se cuenta que decía “me gustaría escribir una canción tan sencilla que te volviera loco”. Bueno, pues para mí Kraftwerk lo consiguieron. Con dos motivos de cuatro notas, se apoderan de tu cerebro en “The Robots” y te abducen, convirtiéndote en un autómata obediente y feliz:
“We are programmed just to do
anything you want us to,
we are the robots,
we are the robots,
we are the robots,
we are the robots”.
Vaya desde aquí este tributo, homenaje o lo que sea que me haya salido.
 
 

 

 

jueves, 29 de noviembre de 2012

Competencia Lingüística


Parece un hecho ciertamente admirable. Entre la Primaria y la Secundaria, nuestros niños y muchachos se pegan un mínimo de diez años estudiando inglés. Al obtener el graduado en Secundaria (o al abandonar los estudios para engrosar las filas de los ninis), es una rara y honrosa excepción el alumno que está en condiciones de departir con un anglosajón sobre, por ejemplo, las glorias respectivas del Manchester United y el Real Madrid, o de ver y seguir, en inglés, la película “Harry Potter y las Reliquias de Santa Teresa”.

No deben deprimirse por esto los profesores de la nueva lengua franca. En la enseñanza obligatoria, la vida académica está herida de muerte: una sorprendente mayoría, al terminar sus estudios, no sabrá señalar Vigo con exactitud en el mapa y dudará si dos al cubo es seis u ocho. Así están las cosas.

La función social de la escuela es, actualmente, la de guardería para niños y niñas de tres a dieciséis años. Guardería que tiene un carácter marcadamente recreativo y socializante e integrador, pero impartir conocimientos, lo que se dice conocimientos, está por encima de sus posibilidades actuales. Y no es cuestión de que los planes de estudios sean cada vez más fláccidos (que lo son), ni que debido a la crisis y subsiguientes recortes, se destine cada vez menos calderilla al presupuesto educativo (que se destina).

La cuestión es que las escuelas y los institutos carecen de la posibilidad real de crear un clima (o un escenario, como dicen ahora los políticos garrulos) donde el pensamiento reflexivo y crítico, el sosiego, el trabajo personal y la constancia, es decir, las bases de lo que estrictamente sería el estudio, lo hicieran posible.

De este modo, llevando a cabo esto que he llamado estudio, una actividad basada en el esfuerzo, la paciencia, la humildad y el afán de superación, por parte de niños y adolescentes, en condiciones menos adversas de las que sobrellevan actualmente las instituciones educativas, daría algún tipo de fruto, por ejemplo, un conocimiento suficiente del inglés para mantener una conversación de más de dos frases
 
Un día hablaré de los factores que, a día de hoy, dificultan o imposibilitan la adquisición del conocimiento académico, facilitando, a cambio, ligar y pasarlo bien en los institutos (no todo ha de ser negativo en esta vida). De todas formas, aprender inglés es muy difícil: es una lengua de otra familia, son todo monosílabos y hablan deprisa que se las pelan. Además, no nos debe de hacer tanta falta, porque las películas las doblan todas y las canciones son tan tontas, que te gustan más si no las entiendes. Y, bueno, una lengua extranjera es el uso práctico continuado lo que nos la enseña, tampoco podemos aprender practicando distraídamente tres horas por semana. Ved si no lo que dijo nuestro eximio poeta, Nicolás Fernández de Moratín, hace más de doscientos años, sobre lo que es aprender una lengua ajena, en este precioso epigrama:

Admiróse un portugués
de ver que en su tierna infancia
todos los niños en Francia
supiesen hablar francés.
«Arte diabólica es»,
dijo, torciendo el mostacho,
«que para hablar en gabacho
un fidalgo en Portugal
llega a viejo, y lo habla mal;
y aquí lo parla un muchacho».

martes, 27 de noviembre de 2012

Cardos

 Tengo una poderosa fijación estética con los cardos secos. Son, a miles, las humildes plantas que bordean los caminos de esta áspera tierra, sin que nadie los advierta. Florecen en mayo con un penacho carmín, púrpura o magenta y se secan a lo largo del verano, sin que el paseante les haga el menor caso apreciativo. Una planta de veras modesta y, según por donde camines, de veras molesta.

 
Hasta su nombre se ha contaminado de falta de aprecio: se ha convertido en un término despectivo para personas. Y sexista. Si yo digo de un varón que es un cardo, significará que tiene muy mal carácter y su trato es áspero y desabrido, si lo digo de una fémina, denotará que, a su mal carácter, se une un atractivo físico escaso y nulos encantos.
 
Bueno, pues yo quiero romper una lanza por el humilde cardo, apreciando que es de lo poco que se digna a florecer por estos abrasados parajes. Mi madre, que en gloria esté, gustaba mucho de tener unos cardos secos en un búcaro de cristal. Eran unas plantas que no era necesario cuidar. Cuando se ponían polvorientos se sustituían con facilidad. Una perversión de su gusto decorativo la inclinaba a pedirme que se los pintara con purpurina dorada o plateada, pero nunca le di ese placer. “Mamá, eso es más hortera que un ataúd con pegatinas” y se tenía que conformar con el aspecto natural ocre o terroso.
 
Me gusta su arquitectura de redondas cúpulas cuando paseo en otoño y los veo formar caprichosas constelaciones en el margen del camino. Hoy los he fotografiado para compartir aquí sus siluetas ovales y oscuras apuntando al cielo. Además tendremos la suerte de no pincharnos.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Las Bicicletas Son Para La Calzada


“Las bicicletas son para el verano” reza el título de la célebre película de Jaime Chávarri. Y para la calzada, me permito añadir modestamente, ya que esto, que siempre se consideró así, últimamente no parece estar nada claro.

Ayer estuve en Zaragoza y, por dos veces, casi me pasa por encima uno de estos vehículos de tracción animal. Las bicis actualmente pululan a todo trapo por las aceras, para intensificar el acoso de los peatones, que ya venía siendo de gran eficacia en nuestras hiperautomovilizadas ciudades.

Y no es que yo caminara por uno de los innumerables carriles para bicicletas con los que los consistorios ecolosocialistas y progresistas han sembrado las aceras; no, qué va, pero es que como los carriles bici van de ningún sitio a ninguna parte, sus usuarios, que sí van a algún lugar, acostumbran a empalmar los tramos que les convienen navegando por la acera, ante la mirada complacida de los guripas y el espanto inerme de las viejecitas.

Que nadie me confunda: no soy enemigo, sino veterano usuario de la bicicleta y tampoco pienso que su lugar esté fuera de la vía pública de las ciudades, donde sería un vehículo, práctico, flexible, no contaminante y saludable. Lo que me revienta son las actuaciones políticas orientadas por el oportunismo y por la memez (o tal vez debería resumir y decir las actuaciones políticas).

Tengo el privilegio de vivir en una ciudad pequeña (o en un pueblo grande, da igual). Esta circunstancia facilita enormemente el uso de la bicicleta, tanto el deportivo como el práctico. En el aspecto práctico, el tráfico no es tan denso ni salvaje como para hacer desistir a un usuario de utilizar este vehículo para moverse: ir al trabajo, de compras o salir a dar una vuelta. Eso sí, aquí falta la costumbre y el personal coge el coche hasta para salir a ver si llueve. Qué le vamos a hacer. El Ayuntamiento también se dio el gusto de pergeñar dos o tres carriles bici. Supongo que se dijeron al proyectarlos: empezamos donde nos vaya bien y acabamos donde se nos termine la pintura. Éste es, salvando algunas honrosas excepciones, el criterio con el que se diseñan esta especie de adornos viales. Y sí, también aquí hay ciclistas que confunden la acera con un velódromo.

Hasta donde yo soy capaz de percibir, no ha existido ninguna actuación política seria (un oxímoron), en el sentido de intentar garantizar la seguridad de los ciclistas. Un ciclista en su sano juicio no puede echarse con su vehículo a la calzada de ninguna ciudad española y confiar en sobrevivir una temporada. Uno se pone verde de envidia cuando ve fotos de los Países Bajos o de las ciudades del norte de Europa, todo atestado de bicicletas. Al verlos piensas que deben de respirar mejor, ahorrar más y estar menos estresados y más sanos (y eso que el clima no les acompaña como aquí).

 
Ilustres del ciclismo, como Perico Delgado, que han tratado de hacer llegar demandas consecuentes a los políticos, se han encontrado con un muro de insensibilidad: hay otras prioridades. Garantizar hoy en día el derecho del ciclista a circular por la calzada es antieconómico, amén de difícil y costoso. Las ciudades “no están preparadas” para la convivencia de automóviles y bicicletas. Sí lo están, por lo que se ve, para la convivencia de peatones y bicicletas, en un espacio que ya era grotescamente minúsculo (muchos alcaldes, entre ellos el de mi pueblo, solucionaron el problema de las calles estrechas para el tránsito, quitando las aceras, increíble astucia).

En resumen, como queda muy ecológico y da muestras de una elevada sensibilidad y de un acusado compromiso social, mejorando la convivencia y bla, bla, bla, me temo que seguiremos con este paripé y esta soplapollez, pero nadie que gobierne hará nada en realidad, que fomente el uso de la bicicleta como medio de transporte individual realmente viable, porque eso pasa por articular medidas para otorgarle (o restituirle) un lugar en la calzada y eso no están dispuestos a hacerlo. El reinado del automóvil en la ciudad es para ellos, sean cuales sean sus siglas, como la gallina de los huevos de oro.

 
Aparte de que no hay costumbre.

viernes, 23 de noviembre de 2012

La Rosa Del Desierto


 -No es por criticar, pero esos poemas de amor que os bajáis con el móvil para enviárselos a las chicas, son un poco simples y un poco tontorrones, además no son nada originales.

 -Ya, pero a las tías les gusta. Les mandas un mensaje con la poesía y quedas bien.

 -Lo encuentro, no sé, poco personal. Si escribes tú el poema, es mucho mejor. Más auténtico. Mira, en mis tiempos jóvenes escribí y mandé alguno, a ver si lo encuentro. –Revuelvo en unas carpetas, saco una hoja amarillenta y se la doy.-Aquí lo tienes, este mismo…

Lee distraídamente y dice: -Es como antiguo. Si lo mandara yo, quedaría como un rancio. Además hay cosas que no se entienden.

-Justamente: la poesía trata de expresar las cosas que no se entienden, con palabras que no son para ser comprendidas en el sentido habitual, sino en otro nivel.

 -Bah, no te enrolles. A mí no me sale eso de escribir versos y además me parece una cursilada. Y ese tuyo no lo mandaba ni loco. Esas frases me suenan a cuando los dinosaurios dominaban la Tierra.

Aquí concluí el intento de educación sentimental de mi joven colega. Por si queréis darle o quitarle la razón, he decidido colgar el poema en el blog. Ahí va:


LA ROSA DEL DESIERTO

 Advierto en tu mirada clavelinas,
promesas de aguardiente atemperadas,
caracolas sedientas y nimbadas
lunas tibias, cual frutas cristalinas.

 Percibo que respiras bocanadas
de espliego, que en las brisas adivinas;
tres náyades te imitan y combinas
aire, fuego y la paz de las nevadas.

 Con estas y otras prendas te acreditas,
te adornas de amapolas y levitas,
rompes la claraboya y te agigantas,

 transfigurada en rosa del desierto,
alimentas pasión y desconcierto
y un ruiseñor te ronda hasta las tantas.


 

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Esos Simpáticos Inmigrantes


Casi se nos ha olvidado, pero hemos sido siempre un país de emigrantes: la vendimia francesa, el “Vente a Alemania, Pepe” con Alfredo Landa y José Sacristán, el exilio de la posguerra, el hacer las Américas, en fin, que hemos dado montones de tumbos por el mundo.

A principios de los noventa, reciente aún el ingreso en la Comunidad Económica Europea, con el “boom” de la construcción y la proliferación de los más variados “pelotazos”, nos convertimos de la noche a la mañana en una especie de ostentosos nuevos ricos, con el adosado, el todo terreno y las vacaciones en Cancún, o eso quisieron hacernos creer, con aquel “España va bien”.

Los ricos somos poco dados a picar y preferimos que lo haga otro y contra menos tengamos que pagarle, mejor, ¿quién no ha oído: “aquí la gente joven no quiere trabajar en esto ni en aquello” o “no encuentras gente para atender esto o lo otro”? Bueno, pues aprovechando lo cerca que está África o lo chunga que estaba la situación en Latinoamérica… ¡Premio! “Vente Paspaña” Gladys, Mohamed, veníos todos los que podáis, que en este país hay trabajo poco cualificado y mal remunerado para todo el que llegue. No habrá control, chicos, no somos esos norteamericanos racistas que tienen un Departamento de Inmigración quisquilloso e insolidario.

Durante quince años o más, todo iba de perlas, llegaron Irina, Dembo y Amaury y se integraron, mal que bien como los nuevos españoles, haciendo la faena que los viejos españoles no queríamos hacer, porque éramos todos arquitectos, psicólogos, diseñadores o artistas y trabajábamos en el “manager consulting” como mínimo. Y bien que mal, así íbamos tirando, con una cariñosa condescendencia, disimulábamos nuestros prejuicios: los menos impresentables sólo los expresábamos de puertas para adentro.

Prejuicios, palabra clave. Siempre ha habido prejuicios contra los inmigrantes, en todas partes. Soy nieto de exiliados españoles de la guerra civil. Mis abuelos eran del bando perdedor doblemente: eran “rojos” y no eran Jorge Semprún. Vivieron en Francia, que tiene fama (merecida) de ser un país de acogida presentable, residieron allí durante más tiempo que los célebres cuarenta años, y les fue bien. Pero sufrieron los prejuicios, la discriminación y la insolidaridad de muchísima gente, al menos hasta que consiguieron competencia en el idioma, estabilidad en el trabajo y veteranía en todos los demás frentes. “Íbamos a las tiendas y, como no sabíamos pedir en francés, nos teníamos que ir sin que nos sirvieran”. Y así.

Pero esto no es Francia, es peor, en más de un sentido: no somos un país rico y no tenemos tanta tolerancia como nos imaginamos.

Respecto a la tolerancia, somos unos recién llegados. Tras 40 años de dictadura, la hemos ejercitado poco y aún no nos sale natural. En Cataluña, que es la parte adelantada de España para todo, lo bueno y lo malo, ya ha surgido algún partido de corte xenófobo, la “Plataforma x Catalunya” empieza a dejar oír su voz en muchos concejos: nos quitan el trabajo, las plazas de los colegios a nuestros hijos, sobrecargan la Sanidad Pública, se llevan todas las subvenciones y estribillos por el estilo.

Tampoco somos un país rico. Esto, desde que se ha desatado la crisis, es una obviedad, pero debió serlo mucho antes. Aquí no fabricamos nada más complejo que la cerámica tradicional, apenas hay grandes firmas industriales, no exportamos tecnología punta, ni nada por el estilo, vamos trampeando el día a día y viviendo del cuento. Sin embargo nos hemos pasado veintitantos años importando pobreza y ahora tenemos toda la que queremos. Respecto a la inmigración, entre la alegría pasada y la actual aspereza, debió de haber algún término medio, algún mecanismo de regulación, que nuestros dirigentes políticos, ahítos de optimismo, olvidaron desarrollar.

Dejémoslo estar, no somos gente juiciosa, sino prejuiciosa. Y pese a que tenemos un grave problema con ese 25% de desempleo, tampoco podemos dejarnos arrastrar por la demagogia más burda. No han sido los inmigrantes los que han gestionado desastrosamente la economía.

Me viene al pelo este vídeo, que emitieron en “La Sexta”, donde unos bienhumorados inmigrantes se apropian de los tópicos y prejuicios más comunes de que son objeto y les dan la vuelta. Por un lado, es descacharrante y por otro, te hace pensar. Aunque no nos podemos fiar de que esto de pensar acabe ocurriendo, porque cuando lo vi en YouTube había comentarios del estilo: “Fíjate cómo se burlan de los españoles”, “nos insultan y encima se ríen de nosotros” y otros del mismo talante. No te lo pierdas. Vivir para ver.
 
 

  

martes, 20 de noviembre de 2012

La Chopera De Monzón En Otoño


El buen tiempo prolonga el otoño en este paisaje. Ha llovido en abundancia y aún no ha hecho frío. La chopera luce sus mejores galas y se llena de paseantes agradecidos, porque aquí donde la veis es un regalo para el amante de una caminata larga y relajada.
 

El pueblo no la ha conquistado aún por entero, pero se afianza como zona de recreo, donde algunos deambulan con sus perros sueltos, otros andan conversando en animados grupos y hay quien se sienta en un recodo donde da el sol.

 
Actualmente su explotación maderera está detenida y queda como singular y extenso parque.

Hay bastantes atletas corriendo por aquí, es casi lo que predomina, y algunos ciclistas. De tarde en tarde, un motorista tan atronador como molesto o un grupo a caballo, con algún jinete que habla por el teléfono móvil. Ocasionalmente el coche de un cazador, un pescador o un buscador de setas. Sospecho que es buen sitio para coger caracoles, hay mucha humedad y hace algunos años la pista de tierra estaba llena de babosas.
 
 
Ya no se oyen las aves que en verano arman una algarabía de mil lenguajes, tan sólo algún cuervo o alguna urraca graznan en la tarde aún apacible. Pronto vendrán las nieblas.