-No es por criticar, pero esos poemas de amor
que os bajáis con el móvil para enviárselos a las chicas, son un poco simples y
un poco tontorrones, además no son nada originales.
-Ya, pero a las tías les gusta. Les mandas un
mensaje con la poesía y quedas bien.
-Lo encuentro, no sé, poco personal. Si
escribes tú el poema, es mucho mejor. Más auténtico. Mira, en mis tiempos
jóvenes escribí y mandé alguno, a ver si lo encuentro. –Revuelvo en unas
carpetas, saco una hoja amarillenta y se la doy.-Aquí lo tienes, este mismo…
Lee distraídamente y dice: -Es
como antiguo. Si lo mandara yo, quedaría como un rancio. Además hay cosas que
no se entienden.
-Justamente: la poesía trata de
expresar las cosas que no se entienden, con palabras que no son para ser comprendidas
en el sentido habitual, sino en otro nivel.
-Bah, no te enrolles. A mí no me sale eso de
escribir versos y además me parece una cursilada. Y ese tuyo no lo mandaba ni
loco. Esas frases me suenan a cuando los dinosaurios dominaban la Tierra.
Aquí concluí el intento de
educación sentimental de mi joven colega. Por si queréis darle o quitarle la
razón, he decidido colgar el poema en el blog. Ahí va:
LA ROSA DEL DESIERTO
Advierto en tu mirada clavelinas,
promesas de aguardiente atemperadas,
caracolas sedientas y nimbadas
lunas tibias, cual frutas cristalinas.
Percibo que respiras bocanadas
de espliego, que en las brisas adivinas;
tres náyades te imitan y combinas
aire, fuego y la paz de las nevadas.
Con estas y otras prendas te acreditas,
te adornas de amapolas y levitas,
rompes la claraboya y te agigantas,
transfigurada en rosa del desierto,
alimentas pasión y desconcierto
y un ruiseñor te ronda hasta las tantas.
LA ROSA DEL DESIERTO
Advierto en tu mirada clavelinas,
promesas de aguardiente atemperadas,
caracolas sedientas y nimbadas
lunas tibias, cual frutas cristalinas.
Percibo que respiras bocanadas
de espliego, que en las brisas adivinas;
tres náyades te imitan y combinas
aire, fuego y la paz de las nevadas.
Con estas y otras prendas te acreditas,
te adornas de amapolas y levitas,
rompes la claraboya y te agigantas,
transfigurada en rosa del desierto,
alimentas pasión y desconcierto
y un ruiseñor te ronda hasta las tantas.
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