Tras ellas se ocultan otras vidas, o incluso otros mundos.
Si entrara y saliera por ellas cotidianamente, ya no sería el mismo. Esta
fantasía, no por ser obvia es menos inquietante. La puerta me oculta y me
muestra a la vez, el destino de otro-que-podría-ser-yo y, si la traspasara,
algún tipo de magia haría ese cambio realizable.
Estas puertas las fotografié en el valle de Gistaín (o
Chistau), en el Pirineo oscense, son puertas antiguas en un entorno rural
silencioso y meditativo, con grandes cerrojos herrumbrosos. La madera se
conserva bien por arriba y está comida por abajo por las inclemencias de un
clima muy duro.
Esta es la casa señorial del pueblo, aquí alguien versado en
la historia del valle nos dirá los tratos que se cerraban, los matrimonios que
se concertaban y las propiedades que se regían.
Ésta es la de una cabaña de pastores. Aquí las llaman
bordas.
Éste es el acceso a una “falsa” (granero o desván).
Aquí uno podría pensar que hay gente reunida, comiendo de un
puchero en torno a un hogar de leña (hogaril), aunque en estos tiempos tal
estampa parece improbable, quién sabe si está abocada a ser una casa de turismo
rural o la compra un ruso adinerado (para obtener la nacionalidad española).
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