miércoles, 26 de diciembre de 2012

Nostalgia De La Nieve

 
Estos días de tiempo caribeño, deslucen el ambiente navideño. Perdón por el ripio, pero es que casi hace calor por aquí, así que he dado en recordar las navidades de mi infancia en Jaca, siempre teñidas de blanco. Solía nevar hacia el 20 de diciembre, durante varios días, de un modo más o menos continuado. La nieve permanecía en las calles hasta enero y luego se helaba, propiciando espectaculares patinazos y divertidas costaladas. Cuesta creerlo, pero la nieve era tan abundante que era considerada poco menos que un incordio.

 
Aquí en Monzón, la nieve es un acontecimiento. Nieva cada vez más raramente y en cantidades más y más escasas. Por este motivo, los niños, los que lo son por edad cronológica y los que lo somos por una privilegiada malformación espiritual, están y estamos siempre añorando una buena nevada. Una nevada por su sitio: de esas que colapsan el tráfico e imponen ese silencio tan denso y especial en calles, plazas y parques; de esas que traen de improviso un insospechado día de fiesta, que cierran las escuelas y dejan a los niños en posesión de la calle, haciendo batallas con bolas de nieve, marcando profundas huellas en forma de ángel en el suelo o construyendo deformes y efímeros muñecos de nieve en los jardines; de esas que permiten patinar un poco alocadamente por las calles o encontrar en un trastero algo parecido a un olvidado trineo y darle uso en alguna cuesta o espuenda.
 
La última nevada consistente que hubo por estos lares, nos fue otorgada el 15 de Diciembre de 2001, hace pues bien poco más de once años. Después ha nevado en varias ocasiones, no muchas, pero no del mismo modo, sino cuajando apenas un raquítico manto blanco por el paisaje urbano, manto que, al cabo de dos o tres días, era un mero recuerdo del que sólo quedaban algunos testimonios en blancos retazos sobre la tierra y la vegetación de las zonas más umbrías. La de 2001, en cambio, fue una nevada copiosa, de la que conservo unas cuantas fotos, que ahora tengo ocasión de publicar.

Me gusta, particularmente, porque es irrepetible, la foto sobre estas líneas, con el edificio del Conservatorio en construcción, al que le falta la cúpula de vidrio que remata la torre, aunque todas las imágenes, en mayor o menor medida, dan testimonio de pequeños cambios que, los que conocen este entorno urbano, apreciarán.
 
Este invierno, como todos, salgo cada mañana a la terraza a atisbar la gran nevada, aun a sabiendas de que se trata de un acontecimiento que aquí se produce sólo cada once o doce años. A ver si hay suerte y se presenta, porque si no, no me quedará más remedio que engrosar la lista de los creyentes en el cambio climático.

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