viernes, 28 de diciembre de 2012

Joan Tardà, Español Del Año


Este hombre cordial y conciliador, de suaves modales y verbo discreto, nacido en 1953 en España, aunque aspira a celebrar su sexagésimo cumpleaños fuera de ella, se ha hecho acreedor a la veneración de todos sus compatriotas, que vemos en él un modelo de firmeza, honestidad y respeto, no sólo a la legalidad, sino más allá de ella, a los valores morales y democráticos, de los que es guardián por aclamación popular de sus paisanos.

Uno de los más inveterados tics de la izquierda en general y de la catalana en particular, es llamar fascista o nazi a cualquier adversario político (de fuera de casa, en el caso catalán). Es un recurso muy cómodo: se desempolva una categoría moral lo suficientemente horrenda y desacreditada, para etiquetar con ella (“nazis”) a un grupo de sujetos que puede ser amplísimo, todos caben allí y no hay que molestarse en averiguar si son conservadores, liberales, centralistas, democristianos, federalistas, moderados, centristas, unitarios o socialdemócratas. Todos nazis y a correr. De acuerdo con esta espléndida taxonomía política, el Gobierno de París, por ejemplo, es nazi, ya que su administración de carácter unitario es poderosamente centralista.

Por eso no nos debe sorprender la vivaz inocentada que le gastan Tardà y sus acólitos al ministro de educación, cuando éste amenaza con lanzar los V2 de la Wehrmacht lingüística española, sobre la indefensa población civil catalana: unos bonitos carteles rojos, adornados con la corona británica (nada de Borbones), animan a mantener la calma y seguir hablando catalán. Los nazis no consiguieron invadir Inglaterra y tampoco desembarcarán en Cataluña. Qué alivio, oye. A su derecha, otro prócer de gran comedimiento y serenidad, Alfred Bosch, expresa con gallardía que “tendrán que poner un guardia civil en cada aula, para obligar al cumplimiento de la ley”. Esta bravata heroica era innecesaria: si alguien cree que el actual Estado Español tiene la más remota posibilidad real de poner un guardia civil en cada aula, para garantizar el cumplimiento de la ley, es que viene de una galaxia muy, muy lejana. O sea, que fue un brindis al sol.

 
Otro tic muy poderoso de la izquierda en general y de la catalana en particular, es ser solidario con los miserables lejanos y no serlo en absoluto con los miserables cercanos. Hace unos pocos años, en el blog de un político de la formación ICV, también separatista (uso este término brusco y rehuído por los “soberanistas”, desde que entiendo por qué lo rehúyen: no son separatistas en tanto en cuanto nunca se han sentido como parte de un todo común), en el blog de un concejal de Iniciativa, digo, aparecía la infamante propuesta “apadrina a un niño extremeño”, para quejarse de la progresividad fiscal aplicada a las rentas altas en Cataluña; en el mismo blog, había también soflamas en favor del pueblo palestino. Resumiendo: palestinos sí, extremeños no.

Joan Tardà es un hombre de izquierdas, de eso no cabe duda, no hay más que ver a sus portaestandartes pertrechados con ese moderno cruce de la senyera con la bandera de Fidel Castro, aunque la Cataluña que pretenden instaurar me recuerda mucho más a Corea del Norte, que a la caribeña Cuba. De todas formas, no nos engañemos, se trata de un hombre inteligente, sus exabruptos pretenden hacer que le pillemos ojeriza, en lugar del afecto que naturalmente le profesamos, intenta despertar nuestra malquerencia como una estrategia, así cuando se vayan él y los suyos, no lo sentiremos tanto.  Dice y repite: "tenemos prisa en irnos" de España y salir de la "miseria". Esto es un poco contradictorio en un hombre de izquierdas, desmarcarse de los tiñosos y sarnosos, y poner su barrio residencial a salvo de la turba miserable, pactando si fuese necesario con la derecha catalana (y, por tanto, menos nazi). Pero, a estas alturas, se lo disculpamos ya todo.

Bueno pues, nuestro admirado Tardà i Coma, que ha terminado un acto de las juventudes republicanas con el sentido eslogan “¡muerte al Borbón!”, que ha acogido el dudoso humor españolista de Gregorio Peces-Barba motejándolo de “enorme hijo de puta” (sic) y que ahora anda diciendo que “se usarán hasta los servicios secretos contra la primavera catalana pero creo que Cataluña aguantará el asedio" (Deia) es, quizá a su pesar, el máximo exponente de la pluralidad de opinión posible en este país, donde cabe, como vemos, todo, literalmente todo. Mi enhorabuena y a seguir transgrediendo y dejando alto el pabellón de la izquierda, don Joan.  

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