miércoles, 12 de diciembre de 2012

Ravi Shankar And Yehudi Menuhin - West Meets East


Hace 40 años el mundo no era tan multicultural como ahora. No puedo recordar con cuanto retraso vimos en nuestros cines la película “The Concert For Bangladesh”(1971). Sí recuerdo que me impactó bastante, particularmente la actuación de los músicos de la India, vagamente conocidos aquí a través de los Beatles, así como el sitar, instrumento de cuerda cuya exótica afinación todavía es una sugestiva novedad para mi maltratado oído.

Hoy leo la triste noticia de que Ravi Shankar, que toca el sitar en la mencionada película, ha muerto, a la dilatada edad de 92 años, tras toda una vida dedicada a popularizar, de modo primordial en Occidente, la música tradicional y popular de la India.

Resulta muy gracioso, al comienzo de su actuación, que es la primera de la película, si no recuerdo mal, tras unos minutos de hacer sonar sus instrumentos, se detienen y el público les aplaude vigorosamente. Sin perder su impasibilidad oriental, Ravi Shankar dice algo así como: “si les ha gustado oírnos mientras afinábamos, les encantará oírnos tocar”. Y es que la mayoría de los que estaban allí (y la mayoría de los que vimos la película) desconocían (desconocíamos) por completo las más elementales sutilezas de la música hindú, aunque, eso sí, prevalecía una indudable fascinación por sus dilatadas y misteriosas ragas.

Dispuesto a poner fin a tanta ignorancia, nuestro prohombre se instaló en California y colaboró con un sinfín de músicos occidentales de los más variados estilos: rock, jazz, música clásica… nada escapaba a su polifacético y adaptable talento. Y aunque hoy se ha ido, los entusiastas de la música lo retendremos largo tiempo con nuestro recuerdo.

El momento de su carrera que resulta, por un lado, más asequible y, por otro, más delicioso y encantador, es su colaboración de 1966 con el gran violinista de música clásica, Yehudi Menuhin, otro monstruo. Entre los dos se marcan un disco inclasificable, apto para relajarse y para concentrarse, para meditar, para conmoverse y para disfrutar: “West meets East”.

Todos los temas, hay siete en total, suelen comenzar con una lenta introducción y se van animando en su desarrollo, intercalando y entretejiendo frases de violín y sitar en portentosas y evocadoras conversaciones de frases musicales breves y ágiles. Asombroso. Ojo, no hay que confundirse, no es el último álbum de Beyoncé, requiere un poco más de atención y esfuerzo, llevará tiempo diferenciar los temas (a mí me gusta en especial el extenso “Raga Piloo”, donde el sitar y el violín dialogan, se contestan, se entrelazan en vertiginosos arabescos), requiere paciencia y, al principio, degustarlo en pequeñas dosis; pero es una escucha excepcionalmente gratificante a la larga. Por cierto, en el balance global de la grabación, gana el este, la influencia occidental consiste en poco más que el timbre y un puñado de melodías del maravilloso violín del bueno de Yehudi que, por cierto, también nos dejó hace ahora algo más de doce años.

Una música que no soy capaz de comprender y valorar, pero que me subyuga e hipnotiza. Como homenaje personal al músico hindú que conocí por culpa de los Beatles, hoy me he puesto el disco tres veces. No he levitado, aunque ha sido por un problema de sobrepeso. Escucha los pizzicatos y el sitar punteado de “Twilight Mood”, el último tema del disco, a ver si tú tienes más suerte.
Prueba el enlace:

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