sábado, 12 de enero de 2013

Aliento Del Réprobo (A Vueltas Con El Infierno)

Parecía formar parte de la corrección política imperante, lo cierto es que nos habíamos quedado sin infierno. Fue en el verano de 1999, cuando el Papa Juan Pablo II tomó la decisión de dejarnos a los malos sin ese excitante lugar, tan prolijamente descrito en los ejercicios espirituales de mi infancia y primera juventud. Aquel hombre infalible dijo: el infierno no es “un lugar” sino “la situación de quien se aparta de Dios”. Ya anteriormente un teólogo suizo, un tal Von Baltasar, apuntó la asombrosa hipótesis de que se trataba de “un lugar vacío”. Toma ya, con la imaginación que le habían echado Dante y otros grandes literatos, pintores y cineastas y resulta que, a lo que parece, la infinita misericordia de Dios habría alcanzado a perdonar a tipos como Franco, Stalin, Hitler, Landrú o el Sha de Persia que ya andarían por ahí con la condicional ultraterrena.

Menos mal que el actual Pontífice, Benedicto XVI, devolvió las cosas a donde siempre habían estado. En 2008 les dijo a unos párrocos que le interrogaron al respecto: “el infierno, del que se habla poco en este tiempo, existe y es eterno", bien hecho, Santidad, pues de lo contrario imaginemos un caso como el del noruego éste, Breivik, que se hizo tan popular en los medios porque se había cargado a tiros a 77 personas: en la Europa de la corrección política y la justicia garantista, dentro de cuatro días está en la calle pavoneándose y chuleando a los familiares de las víctimas, seguro que lo contratan en algún reality show, para que el público contemple a un auténtico hombre de poder y yo pregunto, ¿no es tranquilizador pensar que hay un Dios que se la tiene jurada a un sujeto así? ¿O el día del Juicio Final le pondrá también una pena de veinte Padrenuestros? No quiero decir que desconfíe de Dios, admito, como dice Woody Allen, que “no es un mal tipo, lo que pasa es que no ha tenido suerte con nosotros”.

En fin, aunque yo no sea muy creyente, creo en el infierno, así en la tierra como en el cielo. Y en este poema de juventud me pongo en la conciencia de un condenado y a ver qué pasa.

 ALIENTO DEL RÉPROBO

 A veces me viene una rabia insulsa,
una como dejadez torturada,
una descorazonada repulsa
por este mi sendero hacia la nada.

Otras el alma, cítara convulsa,
escupe y brama furia destemplada,
execra del aliento que la impulsa
hacia el mórbido infierno proyectada.

Y así, sumida en confortable averno,
consumida en perenne fuego interno,
mi terca conciencia se agita y sufre,

de noche en noche, de invierno en invierno,
alocadamente, hasta el sueño eterno,
o hasta la tosca eternidad de azufre.

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