Hasta
hace unos pocos años, era proverbial la desidia de nuestras autoridades con los
restos del Patrimonio cultural e histórico altoaragonés. Templos, ermitas,
castillos… los restos se arruinaban en una ruinosa acumulación de ruinas.
San Vitorián: arcos y campanario |
Por
fortuna, la tendencia se ha invertido y las restauraciones aquí y allá, más
tarde que pronto, han ido paliando el deterioro de un soberbio conglomerado
monumental esparcido, diseminado y, con frecuencia abandonado, en toda la
vertiente meridional del Pirineo oscense.
Hace
poco más de un año, fuimos de excursión al conjunto monumental de San Vitorián,
en la falda sur de la Peña Montañesa. Había concluido allí una restauración
ejemplar: estaba arreglado con tal primor, que solo faltaban los monjes
haciendo resonar los cantos de algún oficio religioso por las bóvedas del templo.
San Vitorián. crucero sin techos |
Un
funcionario, a la sazón allí desplazado, aunque sospecho que, a día de hoy, le
habrán alcanzado los recortes, pues el acceso a San Vitorián sigue siendo
bastante malo y los visitantes no acuden en riadas, nos explicó, con más oficio
que entusiasmo, los avatares históricos de tan singular enclave. A mí no se me
quedó gran cosa, porque siempre he sido de ciencias, pero me bastó para
comprender que allí, siglos atrás, habían vivido, en singular apartamiento, los
dueños del cotarro de todos aquellos alrededores.
San Vitorián: del románico al gótico |
En
ese momento me asaltó la contradicción que me aqueja ferozmente en estos sitios:
años atrás, cuando todo el conjunto estaba ruinoso y sin techos, tomé unas
fotografías que son testimonio del irrevocable paso del tiempo, de su atroz labor
que nos sepulta en un irreparable olvido, en ellas se presenta un lugar mucho
más salvaje y, a mi juicio, mucho más bello en su nostálgica e incurable
decadencia. El testimonio del paso de los siglos se acredita con mayor
rotundidad y todo el conjunto proyecta una melancolía y una fascinación que,
tras la rehabilitación, han desaparecido.
San Vitorián: cayó la cúpula |
No
se me escapa que aquí hay un problema irresoluble: si estos muros, tal como los
fotografié antaño, se exponen sin paliativos a la acción del tiempo y del
olvido, enseguida quedan reducidos a polvo, a un recuerdo incierto, a nada. Con
toda seguridad, es mejor dejar perder parte de su magia evocadora, que dejarlo
perder todo. A raíz de esta vivencia personal, yo intento compartir aquí unas
fotos que ya son irrepetibles.
San Vitorián, la nave al sol. |
Y
adjunto, como premio, una no menos irrepetible: la primera vez que visité San
Adrián de Sasabe, una ermita cercana a Borau, acreditada como la joya del
románico lombardo y una de las iglesias más antiguas datadas al sur de los Pirineos,
se hallaba en el desastroso estado que se aprecia, con la cubierta caída en
medio de una nave inundada. También ha sido magníficamente restaurada,
perdiendo un poco de sugestión y ganando un mucho de pervivencia.
San Adrián de Sasabe |
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