lunes, 14 de enero de 2013

San Vitorián (Sobrarbe), Antes De La Restauración

Hasta hace unos pocos años, era proverbial la desidia de nuestras autoridades con los restos del Patrimonio cultural e histórico altoaragonés. Templos, ermitas, castillos… los restos se arruinaban en una ruinosa acumulación de ruinas.

San Vitorián: arcos y campanario
Por fortuna, la tendencia se ha invertido y las restauraciones aquí y allá, más tarde que pronto, han ido paliando el deterioro de un soberbio conglomerado monumental esparcido, diseminado y, con frecuencia abandonado, en toda la vertiente meridional del Pirineo oscense.

Hace poco más de un año, fuimos de excursión al conjunto monumental de San Vitorián, en la falda sur de la Peña Montañesa. Había concluido allí una restauración ejemplar: estaba arreglado con tal primor, que solo faltaban los monjes haciendo resonar los cantos de algún oficio religioso por las bóvedas del templo.
San Vitorián. crucero sin techos
Un funcionario, a la sazón allí desplazado, aunque sospecho que, a día de hoy, le habrán alcanzado los recortes, pues el acceso a San Vitorián sigue siendo bastante malo y los visitantes no acuden en riadas, nos explicó, con más oficio que entusiasmo, los avatares históricos de tan singular enclave. A mí no se me quedó gran cosa, porque siempre he sido de ciencias, pero me bastó para comprender que allí, siglos atrás, habían vivido, en singular apartamiento, los dueños del cotarro de todos aquellos alrededores.
San Vitorián: del románico al gótico

En ese momento me asaltó la contradicción que me aqueja ferozmente en estos sitios: años atrás, cuando todo el conjunto estaba ruinoso y sin techos, tomé unas fotografías que son testimonio del irrevocable paso del tiempo, de su atroz labor que nos sepulta en un irreparable olvido, en ellas se presenta un lugar mucho más salvaje y, a mi juicio, mucho más bello en su nostálgica e incurable decadencia. El testimonio del paso de los siglos se acredita con mayor rotundidad y todo el conjunto proyecta una melancolía y una fascinación que, tras la rehabilitación, han desaparecido.
San Vitorián: cayó la cúpula

 No se me escapa que aquí hay un problema irresoluble: si estos muros, tal como los fotografié antaño, se exponen sin paliativos a la acción del tiempo y del olvido, enseguida quedan reducidos a polvo, a un recuerdo incierto, a nada. Con toda seguridad, es mejor dejar perder parte de su magia evocadora, que dejarlo perder todo. A raíz de esta vivencia personal, yo intento compartir aquí unas fotos que ya son irrepetibles.

San Vitorián, la nave al sol.
 
Y adjunto, como premio, una no menos irrepetible: la primera vez que visité San Adrián de Sasabe, una ermita cercana a Borau, acreditada como la joya del románico lombardo y una de las iglesias más antiguas datadas al sur de los Pirineos, se hallaba en el desastroso estado que se aprecia, con la cubierta caída en medio de una nave inundada. También ha sido magníficamente restaurada, perdiendo un poco de sugestión y ganando un mucho de pervivencia.   
San Adrián de Sasabe

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