Los
objetivos declarados en campaña por cualquier partido político en cualquier
democracia occidental son variados pero cabe resumirlos y concentrarlos en dos:
1.-Aproximar
el pleno empleo y equilibrar la balanza de pagos mediante herramientas que
promuevan el crecimiento económico.
2.-Mantener
un sistema tributario lo más eficiente y justo posible, que alcance a sostener
presupuestariamente los derechos que la comunidad se ha marcado como básicos:
salud, educación, movilidad, seguridad…
Estos
dos objetivos, en sentido amplio, son aspiraciones que pondrán de acuerdo a la
práctica totalidad de las formaciones políticas. Salvo algunas muy minoritarias
cuyos votantes cabrían en un autobús, del estilo de “Legionarios Del Espíritu
Santo”, “Comités Proletarios Antitrotskistas El Piolet” o el “Partido
Anarquista Indignado de Jon Manteca”.
En
una democracia como la española, joven pero ya muy maltratada por la vida y con
los peores resabios que una joven de vida viciosa y turbulenta pueda atesorar,
a los dos objetivos expuestos como troncales, habría que añadir:
3.-Procurar
que “en el circo no te crezcan los enanos”, es decir, que no eclosionen más
“sujetos políticos soberanos” (y bastante arduo es capear los ya existentes,
imaginemos al pobre don Artur obligado a torear con la república islámica del
Baix Llobregat).
4.-Detraer
de los márgenes del erario público las mayores cantidades que puedan pasar inadvertidas,
para mejorar la situación económica de la familia política, empresarial o
personal.
5.-Afianzarse
en el poder y sus aledaños el mayor tiempo posible, estableciendo redes de
contactos y enchufes que permitan luego instalarse en la empresa privada con un
suculento momio.
Algunos miembros y miembras de la fundación "Ni Idea" |
De este modo surge y medra la bonita y muy especializada categoría de los asesores. Dado
que un político ha de dedicar el cien por ciento de su talento y de su energía
a la más torticera violencia verbal contra sus afines más competitivos y contra
todos sus adversarios, como ha de centrar sus estrategias en el electoralismo a
corto plazo y en dar buena imagen en los medios, no le queda apenas tiempo para
dedicarle al problema en sí y tiene que nutrirse de la aportación de hombres y
mujeres de confianza, asesores que le doten de conocimientos en la
globalización económica, el crecimiento sostenible, la movilidad laboral y
todas estas complicadas simplezas que configuran el mundo de hoy y que no son
sino variantes enmascaradas de la ley del embudo.
Retrato robot de Amy Martin, con autógrafo al dorso |
Es
así como llego a la conclusión de que me hubiera gustado ser Amy Martin, para
ser contratada por políticos necesitados de ideas, sedientos de teorías, ávidos
de directrices y empeñados en solucionar ese difícil cómo de la actuación política. Hubiera masajeado mis meninges
hiperactivas por debajo de mi rubia cabellera y hubiera activado el
correspondiente oráculo: “este y no otro es el quid de la cuestión, orquestemos
diversos niveles post-solidarios de recurrencia programática, válidos para una
multitarea de éticas externas coherentes y emancipemos la pluralidad de
carismas energéticos en el ámbito de la renovabilidad participativa. sin caer
en tentaciones tecnocráticas redundantes, y le habremos dado la puntilla al
desempleo.” Son tres mil euros.
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