Hace
pocos días tuve la oportunidad de acudir al espacio CaixaForum en Barcelona, emplazado
cerca de la Plaza De España. Me llevaron a ver una exposición de grabado que,
con el título “Las Artes De Piranesi” está allí abierta hasta el 20 de Enero.
Giambattista
Piranesi (1720-1778) fue un polifacético arquitecto y grabador veneciano que
cuenta, en esta exposición, con 250 impresiones de grabados al aguafuerte,
muchos más de los que soy capaz de ver y apreciar en una sóla visita. Aun sin
tener en cuenta mi mala vista, la iluminación es algo pobre y las láminas
expuestas no cuentan con cristal antirreflectante, por lo cual el cansancio
aparece antes de terminar de ver la ingente colección.
Por
lo demás se trata de una muestra colosal de un artista colosal. Reconozco que,
aun siendo bastante lego en las artes del grabado, no dejó de parecerme
impresionante. Claro que se trata de una de las cumbres expresivas en esta disciplina:
al parecer nunca nadie ha llegado tan lejos con las planchas metálicas y los ácidos
que las convierten en láminas para imprimir. El nivel y la perfección en el
detalle son increíbles y asombrosos, uno se queda pasmado ante escenas que son
más bien grandes (en algunos casos muy grandes), para tratarse de grabados (los
de Goya son, comparativamente, pequeños caprichos).
Nuestro
Piranesi llega a Roma a los 20 años y se queda prendado de los restos de la
antigüedad en la histórica metrópoli. Al parecer, poseído por una especie de
afán insaciable decide representarlo todo.
Pero “víctima” de un estilo muy potente y personal, deforma y magnifica todo lo
que representa, convirtiéndolo en los restos arqueológicos de una antigüedad
titánica, magnificiente y monstruosa. Este efecto de realce es acentuado por
unas figuras humanas diminutas, que yacen o pasean por los desmesurados
escenarios de un ensueño alucinatorio. En algunos casos, acompaña a la
representación de Piranesi, una fotografía del monumento tal cómo es en
realidad y, de este modo, el efecto queda aún más realzado.
Lo
que se observa, por muy distraídamente que uno vea la exposición, es un volumen
ingente de trabajo, una cantidad descomunal de horas entregadas a la creación
(dicen que hizo más de 2000 planchas), cuesta creer que un hombre que murió a
los 58 años tuviera tiempo material de plasmar un afán tan enfebrecido (y
productivo). Da la sensación de que nunca durmió, es más, gran parte de su obra
evoca insondables insomnios.
Así
es como ocurre en las “Carceri d'Invenzione”, sus series sobre cárceles
inventadas, donde se representan unas ominosas y sórdidas figuraciones de
mazmorras ciclópeas, laberínticamente entreveradas de túneles, puertas, pasadizos,
escalinatas, puentes, barandas, garitas, bóvedas… en una mezcolanza de insomne
pesadilla, fugadas en imposibles perspectivas. Y uno difícilmente acierta a
imaginar la naturaleza de las penas y castigos (tal vez torturas) que allí ocurren
y se cumplen, aunque todo resulta entre embrujado y siniestro. Los grabados de
esta colección están trazados con un rayado firme, persistente, obsesivo, señal
de un hombre poseído por una pasión excesiva. Una instalación de vídeo recrea
en 3D estas complejas ensoñaciones penitenciarias, una de las obras plásticas
más singulares e influyentes de los dos últimos siglos. Hasta el Hogwarts de
Harry Potter recuerda las disparatadas construcciones de las “Carceri”. Hoy en
día a esto se le llama “gotico”, un mundo fantástico creado en blanco y negro.
Si tienes doce minutos, te sugiero el paciente disfrute del vídeo con música de Bach.
Me recuerda a Escher, pero en posible... ;-)
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