Giambattista
Piranesi (1720-1778) fue un polifacético arquitecto y grabador veneciano que
cuenta, en esta exposición, con 250 impresiones de grabados al aguafuerte,
muchos más de los que soy capaz de ver y apreciar en una sóla visita. Aun sin
tener en cuenta mi mala vista, la iluminación es algo pobre y las láminas
expuestas no cuentan con cristal antirreflectante, por lo cual el cansancio
aparece antes de terminar de ver la ingente colección.
Por
lo demás se trata de una muestra colosal de un artista colosal. Reconozco que,
aun siendo bastante lego en las artes del grabado, no dejó de parecerme
impresionante. Claro que se trata de una de las cumbres expresivas en esta disciplina:
al parecer nunca nadie ha llegado tan lejos con las planchas metálicas y los ácidos
que las convierten en láminas para imprimir. El nivel y la perfección en el
detalle son increíbles y asombrosos, uno se queda pasmado ante escenas que son
más bien grandes (en algunos casos muy grandes), para tratarse de grabados (los
de Goya son, comparativamente, pequeños caprichos).
Nuestro
Piranesi llega a Roma a los 20 años y se queda prendado de los restos de la
antigüedad en la histórica metrópoli. Al parecer, poseído por una especie de
afán insaciable decide representarlo todo.
Pero “víctima” de un estilo muy potente y personal, deforma y magnifica todo lo
que representa, convirtiéndolo en los restos arqueológicos de una antigüedad
titánica, magnificiente y monstruosa. Este efecto de realce es acentuado por
unas figuras humanas diminutas, que yacen o pasean por los desmesurados
escenarios de un ensueño alucinatorio. En algunos casos, acompaña a la
representación de Piranesi, una fotografía del monumento tal cómo es en
realidad y, de este modo, el efecto queda aún más realzado.Si tienes doce minutos, te sugiero el paciente disfrute del vídeo con música de Bach.



Me recuerda a Escher, pero en posible... ;-)
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