En
estos momentos sus señorías, nuestros representantes parlamentarios, se
hallarán en la cámara legislativa disputando sobre el Estado de la Nación. Sé
que algunos, precisamente los partidarios de su disolución, preferirían llamar
a este debate el estado del Estado, pero suena mal.
Con
la que está cayendo, no es lo único malsonante que oiremos. El descrédito de la
casta política está bien acreditado y es sumamente peligroso. Aunque en un país
cuyo deporte nacional es la maledicencia, los políticos han sido siempre
cubiertos de los más sonoros vituperios. Haz memoria y ayúdame: ¿hemos tenido
alguna vez un Presidente del Gobierno del que nos sintiéramos orgullosos? Como
los alemanes con Willy Brandt, o los ingleses con Churchill, o los suecos con
Olof Palme. ¿Verdad que no?
En
el sorprendentemente actual libro de Fernando-Díaz-Plaja “El Español y los 7
Pecados Capitales”, un best-seller publicado por el periodista, historiador y
viajero en 1966, leemos:
“Esto
creo yo que explica la aparente incongruencia de que tanta soberbia individual
acepte por largo tiempo una dictadura (entre blanca, roja y blanca hay español
que lleva cuarenta años así).
En
el caso presente, el Gobierno ha comprendido dos características nacionales. La
primera, que es imposible callarle la boca. Y desde hace muchos años en los
cafés, en los teatros (público), en las reuniones, se habla con un tono que no
hubiera sido posible bajo los regímenes de Hitler, Mussolini, Stalin o Perón.
Y el
gobierno lo ha permitido porque sabe —la otra característica— que este desahogo
es puramente verbal y que el español, después de haber contado con tajantes y
casi siempre obscenas palabras sus ideas sobre la materia, termina con ello su
protesta cívica. Y se queda con la conciencia tranquila.
Que
sus frases no se reflejen en cambio alguno, es problema secundario porque es
ajeno. Él ya ha dicho lo que pensaba.”
Lo
citado entre comillas ocurría en los tiempos del Caudillo de España por la G.
de Dios, Paquito el Ferrolano para los amigos, un dictador no sabemos aún si
totalitario o autoritario. Es evidente que en democracia continúa ocurriendo lo
mismo. Los ponemos a todos a bajar de un burro, sin detenernos a pensar que,
hace poco más de un año, D. Mariano y su locuaz pandilla sacaron mayoría
absoluta en unas elecciones democráticas, es decir, una mayoría de españoles
creyeron que se trataba de la opción menos mala para salir de la crisis.
Sanidad Pública (NO es un montaje) |
Vale
que a día de hoy el Estado de la Nación está dos puntos por debajo de
angustioso y sólo uno por encima de catastrófico, pero ¿a quién llamamos ahora?
Vale que el colectivo “Toma el dinero y corre”, los dos grandes partidos, no
han aunado ningún esfuerzo para sacar el país adelante, los unos dedicados a la
indolencia y los otros al golpismo, no han querido/sabido/podido poner en
marcha instrumentos de transparencia, pactar prácticas de buen gobierno,
negociar políticas de crecimiento… pero ¿quién va a venir a arreglarlo? Es lo
que hay. Podría ser peor. Podría llover (aún más mierda).
Hace
unos días me llegó este correo. Como me parece ingenioso y humorístico, lo
pongo aquí como remate. “Winter is coming”, pero nos queda la esperanza, aunque
sólo sea la de sobrevivir.
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