Mi
afición a la Gastronomía es tan menguada que dejé “Ratatouille” por puro
desinterés a mitad de película y eso que la crítica la ensalzaba un montón…
Pero ya no me fío de la crítica: el otro día fui a ver “The Master” que es,
según los críticos, lo mejor que hay hoy en la cartelera y me cuesta recordar la
última vez que me aburrí tanto. A las dos horas de ese tostón implacable estuve
a punto de salirme del cine…
Está
bien, a lo que iba, hace unos días cayó en mis manos “Sin Reservas”, una
película que no parecía que fuera a sacudir mi vida. Sus evidentes pretensiones
eran sólo las de una insignificante comedia dramática de ambiente gastronómico
y corte sentimental. Algo ideado para pasar el rato de sobremesa, poco más que
un telefilme, aderezado con la belleza de la Catherine Zeta-Jones y una
indudable solvencia en la producción, made in USA. No me venció el sopor, tras
un par de sonrisas y algún amago de lagrimita, di en pensar que en la carrera
de la Catherine no acaba de cuajarse ese gran papel que yo esperaba para la
posteridad, “Sin Reservas” tampoco es la excepción: una actuación digna para
una película digna, que a alguno le parecerá un poco empalagosa, aunque no es
mi caso. Sale también la niña de “Pequeña Miss Sunshine”, cuyos rasgos amables
van como anillo al dedo al tono general de la película. Cordial y agradable sin
más, y ya me disponía a olvidarla cuando, ay, sin menoscabo de mi infinita
ignorancia, me entero de que es un remake,
para el gusto americano, de una producción alemana previa, del año 2000.
No
quisiera ofender a nadie, pero el cine norteamericano de hoy no va sobrado de
ideas, así que razoné: si el remake es bueno, la original tiene que ser la
bomba. Recuerdo por ejemplo que la muy notable y graciosísima “Los visitantes
(no nacieron ayer)” Tenía un remake norteamericano infumable, una cosa
penosísima que aquí se comercializó en vídeo como “Dos colgados en Chicago”
(¿cómo se avino el bueno de Jean Reno a autoparodiarse en semejante
excremento?).
Así
me lancé a investigar en busca de la peli original y, finalmente, di con
“Deliciosa Martha” (Mostly Martha) que es un manjar mucho más exquisito. La
línea argumental de ambas producciones es muy parecida: algunas escenas y
diálogos coinciden punto por punto. Hay diferencias basadas, sobre todo en la
niña y su papel.
Martha
es la cocinera jefe en un restaurante de cierto empaque, aparte de eso apenas
tiene vida personal, es un poco “cardo”. Vive obsesionada con sus destrezas
culinarias, hasta el punto de que la dueña del restaurante la envía a terapia,
donde habla con el terapeuta… de recetas.
Su
hermana y su sobrina van a venir a pasar un fin de semana con ella. Mientras
las espera, recibe una llamada en el trabajo: han sufrido un accidente de
tráfico. En el momento más dramático de la película, Martha comprende que su
hermana ha fallecido y su sobrina, hospitalizada, no tiene otra familia con
quien quedarse a vivir, si no es con ella. Así pues, su vida ha dado un giro
radical: tiene que hacerse cargo de una niña que ha perdido a su madre. Es aquí
donde la línea argumental de las dos películas diverge un poco: Zoé, la niña de
“Sin Reservas”, es un ser dulce, apacible y dócil que, pese a su tristeza,
acepta su nuevo destino, mientras que Martha se tropieza con Lina, una niña
mucho más “dura”, que le da muchos más problemas, que no acepta su situación y
que quiere que busquen al padre que jamás se ocupó de ella, una niña mucho más
“real” en suma, con la que Martha las pasará canutas.
La
patrona del restaurante manda a Martha unos cuantos días a casa para que se
adapte a su nueva situación de madre vicaria y, cuando Martha regresa al
trabajo, se encuentra con un ¿ayudante? ¿suplente? un nuevo chef, en principio
subordinado a ella, un italiano llamado Mario. Aquí encontramos otra diferencia
argumental: en “Sin Reservas” nos topamos en este momento con el “guapo
interesante” al uso y es todo mucho más previsible. En “Deliciosa Martha”,
Mario compone un personaje verdaderamente entrañable: impuntual, desordenado,
inseguro, imprevisible, pero lleno de vitalidad y calidez, como un símbolo de
lo mediterráneo puesto en la fría Hamburgo…
Especialísima
mención merecen dos aspectos en “Deliciosa Martha”. La actriz protagonista,
Martina Gedeck, a quien había visto en “La vida de los otros”, interpreta su
papel con una intensidad y un poder de convicción fuera de lo común, haciendo
un personaje que va creciendo en belleza y atractivo a lo largo de la película.
Encarna a una mujer insegura y abrumada que, sin embargo, no tiene más remedio
que sacar lo mejor de ella misma y seguir adelante. Soberbia. Otra cosa que
deja pasmado es la hermosura visual
de la película, con encuadres y desplazamientos de cámara en estado de gracia,
por una cocina que es un espacio de enorme plasticidad (e insisto que no me
suele motivar la temática culinaria). Hay una escena sublime de los cocineros
en plena “danza” con la canción “Vía con me” del gran Paolo Conte, que es un
festín en y para todos los sentidos.
En
otros casos se opta por secuencias muy breves que siempre tienen un punto intenso
y algo desgarrador, hay una constante en la película: la economía de medios en
la narración. Siempre es muy poco lo que se dice y un complejo mundo de hechos
y emociones lo que se cuenta. En conjunto resulta muy conmovedora, una de esas
películas que consiguen ablandarte y ponerte sentimental. Como decía Willy en
un episodio de los Simpson: “no lloré en el entierro de mi madre y voy a llorar
ahora”.
Si
no la encuentras en el Fnac, la mula puede acudir en tu ayuda, pero si lo tuyo
es emocionarte con las películas y decir cuando acaban ¡ay, qué bonita!
mientras te secas los ojos, debes probar con esta propuesta hermosa, austera y llena de
calidad cinematográfica.
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