viernes, 22 de febrero de 2013

Mike Disfarmer. Fotógrafo

Mike Disfarmer
Mike Disfarmer (1884-1959) es un perfecto desconocido (o casi) en el ámbito cultural español.
 
Fue un fotógrafo estadounidense, un retratista de pueblo con un pequeño estudio en su Arkansas natal. Nuestro hombre vino al mundo en una zona rural, en una familia de granjeros. La vida de agricultor o ganadero le llamaba tan poco, que hasta cambió su apellido de nacimiento por el de Disfarmer, como si quisiera ser conocido como lo opuesto a un granjero (farmer).




Sus retratos de gente común y corriente, seguramente encargos de los que debían ser sus paisanos en la Arkansas rural, un estado sureño que, en los años 30, 40 y 50 del pasado siglo, debía ser de lo más apacible que se pueda imaginar, han llegado hasta nosotros gracias a los esfuerzos de un becario que pasó un año de su vida revolviendo, ordenando, limpiando y restaurando negativos. Y es que varios años después de su muerte, las fotografías que retrataban en blanco y negro a su clientela, individualmente o en grupos, han llegado a ser consideradas genuinas obras de arte, cosa que no va a extrañarle nada a cualquiera que les eche un vistazo.

Entre las artes plásticas, me decanto como preferencia particular por la fotografía, de cuya historia soy un casi perfecto ignorante (nadie es perfecto). Desconocía yo pues a este humilde y casi ignorado artista, que llegó a mis manos a través del libreto de un disco del guitarrista Bill Frisell, que le dedica una grabación, vamos que le homenajea con ella.
Vi en el libreto del disco pues, unos retratos que me parecieron sobrecogedores en su desnudez expresiva. Evidencian que Disfarmer era capaz de fotografiar el alma de la gente que se ponía delante de su objetivo, gente sencilla, paisanos agudamente captados en poses de inmovilidad, en expresiones de severa solemnidad, retratos que, por otra parte, parecen no tener ningún artificio… Es asombroso, pues en un primigenio blanco y negro, da la impresión de que toda intención “artística” y toda preocupación “técnica” han sido soslayadas en beneficio de una aproximación esencial y directa a los personajes fotografiados: lo más íntimo de ellos, algo de su naturaleza que pervive precisamente gracias y a través del retrato, está allí dialogando con nuestra mirada y eso es un milagro que muy rara vez ocurre.

Como aficionado a la fotografía, soy por completo consciente de lo difícil que es fotografiar personas. Para mí lo es tanto que me dedico a los paisajes y a los objetos. Sacar un retrato de una persona y que en él asome algo más que el mero parecido visual con el modelo, es una misión que muy pocos fotógrafos de la BBC (bodas, bautizos y comuniones), oficio equiparable al de Disfarmer, llevan a cabo con algún éxito (más allá del de cobrar el encargo). En la actualidad un poderoso cúmulo de herramientas técnicas y de recursos digitales sirven para correr un tupido velo de disimulo y disfrazar las carencias en la mirada. Esto sirve incluso en fotos de gran calidad comercial o publicitaria, con modelos de evidente atractivo, donde haciendo gala de gran destreza se retrata con enorme perfección técnica la nada, la ausencia.
 
Por eso me han impactado de tal manera estas fotos que, con tanta sencillez y alguna imperfección, son capaces de implantar un sujeto, una presencia humana y hasta una historia personal frente a la cámara que, aparentemente neutral, distante y ajena, los perpetúa, los eterniza en un instante emblemático donde reflejan y rezuman vida, siendo un espejo de presencias muy cercanas, tan próximas que, en una de nuestras existencias, hemos sido alguien así.

2 comentarios:

  1. Quiza el valor está en la buena iluminación (profesionalidad) y en que la gente que posa realmente cree en el valor del retrato.

    desde la Sacre Famille

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  2. Es muy bueno ese punto de vista, sin embargo discrepo en la clasificacion de personas capaces de hacer este tipo de empleo en una cámara. Todos somos capaces.

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