Me gustaría dejar claro, por si alguien todavía lo ignora,
que lo dudo, que el tema de la emancipación catalana es, al cien por cien, un
tema económico, que se plantea en unos términos muy burdos de la siguiente
manera: un pariente rico está harto de que sus allegados le den sablazos y
decide establecerse en el extranjero y olvidarse de su familia. Este es el
punto de vista que, tarde o temprano hará realidad una Cataluña independiente.
El sentir de un “poble” tan autocomplaciente no se ve mermado por la
incomprensión del resto del Estado, pero las arcas, sí. A día de hoy, nadie les
impide ser lo que son, sentir lo que sienten, hablar lo que hablan y silbar a
las banderas e himnos que les desagradan… Pero han de pagar, como todos, la
cuota de una comunidad de vecinos a la que no quieren pertenecer y han decidido
mudarse a un chalet.
Curioso razonamiento el de nuestros forzados compatriotas,
que viven en un fragmento territorial con una renta media más alta que el resto
y que no se preguntan de dónde ha salido esa renta, qué trabajadores la
engendraron y qué privilegios la incrementaron. Los ricos son, hasta donde yo
sé, poco dados a compartir y, en un Estado moderno, hay que tirar de las
herramientas fiscales para redistribuir la renta. En ese Estado, el sujeto
fiscal, o sea el pagano, es la persona, física o jurídica, que tributa en
función de lo que ingresa. No tributan los pueblos: no se exige un impuesto más
elevado por ser catalán, sino por tener mayores ingresos. Un colectivo que
tiene ingresos más elevados que la media, pongamos por caso, los dentistas,
siguiendo el ejemplo catalán, podrían pedir un pacto fiscal y, de serles
denegado, un estado propio: Endodoncia.
En cuanto a la citada redistribución de los ingresos
fiscales, es decir a en qué se gasta el dinero de la comunidad, nuestros
vecinos se sienten estafados: será que su trozo de escalera está más sucio y
peor iluminado. Lo han repetido tantas veces que allí todos lo asumen así, pero
creedme yo estuve casi diez años trabajando en Cataluña y no me apercibí de que
las carreteras fueran peores, las escuelas más ruinosas, los hospitales más desastrados
y, concretando, hay pocas ciudades en España que brillen con un nivel de
inversión pública semejante al de Barcelona. Por cierto, para los de mi gremio,
la emancipación se produjo hace más de 20 años: si ya no podemos ir a trabajar
allí, el hecho de la independencia política es irrelevante.
Un amigo catalán me decía este verano: “Bueno, si Cataluña
se independiza, lo que queda de España será una cosa así, como Rumanía.” “Ya es
como Rumanía”, le tranquilicé, guardándome, perversamente, que una Cataluña
independiente no será como Holanda, como ellos creen, sino, con un poco de
suerte, como Moldavia. Me refiero a que los perjuicios se repartirán de forma
inexorable y equitativa. No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que
el impacto económico negativo será importante, tanto en España como en
Cataluña. Yo lo veo así: ¿cuántas marcas empresariales, de prestigio e
implantación internacional, puedo decir de Holanda, Francia, Italia, Suiza o
Alemania? Unas cuantas de cada sitio, desde maquinaria industrial, coches,
pasando por relojes, hasta chocolatinas. Ahora preguntémosles a ellos, cuántas marcas de productos
catalanes, españoles o kosovares conocen. Por favor, seamos serios, el peso
económico de España en Europa es irrelevante, el de Cataluña sería inexistente.
El señor Mas, que a mí se me figura como el rey del cuento “L’espardenyeta”,
puede ir por ahí diciendo que una Catalunya independiente vencerá al cáncer y
al fracaso escolar, doblará la esperanza de vida y las pensiones de sus
ciudadanos y poblará sus costas de yates hasta que no quepan en el Mediterráneo
sostenible. Pero, o él sabe que miente y, por tanto, es un mal sujeto; o no
sabe que miente y entonces debería trocar la barretina de su tocado por un
embudo. Bruselas ya ha dicho que el ingreso en la “Comunidad del Eurillo” no será
automático para Cataluña, por lo tanto su mercado interior se va a contraer de
47 millones de consumidores, a tan sólo siete millones. Su liga no será tan
competitiva (en el doble sentido). No es que vaya a haber un boicot a los
productos catalanes, es que tras la independencia, carecerán de las parcelas de
mercado donde sus opciones eran ventajosas o preferentes, como hasta ahora.
Todos seremos más pobres (aún), pero desde su punto de vista, sarna con gusto
no pica.
El tema se me antoja muy similar al de la Liga Norte
italiana, o a la extrema derecha finlandesa: “somos más ricos, más cultos y
olemos mejor que los del sur, así que no tenemos por qué soportar su presencia
ni, mucho menos aún, mantenerlos”. Un punto que a mí me ha sorprendido siempre una
barbaridad es, cómo este razonamiento burgués y ultraconservador, en España ha
sido santificado y asumido por la izquierda, que ha tratado siempre a los
nacionalismos periféricos, como si fueran los depositarios del Antiguo
Testamento, de Marx y Lenin, y del Nuevo Testamento, de la solidaridad
antisistema y ecosostenible. No podemos tener aquí un debate entre
centralización y descentralización política, económica y administrativa.
Centralización es, debido al anterior régimen, una palabra tabú, está totalmente
deslegitimada. . . La izquierda mayoritaria habla de un federalismo asimétrico,
con reparación histórica del fusilamiento de Lluis Companys, que nadie parece
comprender ni apreciar y yo, para desenrarecer, acabaré poniendo un vídeo de la
campaña política de un partido que no se va a comer nada, pero que ha hecho un
sketch, sainete en español, muy gracioso, basado en “La vida de Brian”, película esta de visión
imprescindible antes de ir a votar el próximo 25 de noviembre (fun, fun, fun, o
sea que es muy divertida).
De lo que no se han dado cuenta, creo, es que el binestar de Cataluña, en parte, se debe al conjunto del Estado: desde la incorporación a la UE, Sanidad Pública, Escuela Pública, una organización Administrativa que no existía, unas Instituciones creadas por el Estado, unas infraestructuras (carreteras, autovías, aeropuertos, colegios, hospitales...). Muchos de estos aspectos, han sido creados desde el Estado central. Otra cosa es que ahora ellos posean las competencias en casi todos los aspectos de organización: educación, sanidad, justicia... Pero las bases, las ha pagado el Estado central. O sea, todos. Y, claro, una vez que te han regalado la estructura para funcionar, es fácil que la gestiones. Vale, que ellos, por lo que sea hayan gestionado mejor que otros... Pero, es deudora del motor inicial: España.
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